MAY117. UN AIRE DE INSOLENCIA, de Rubén Rojas
Soy príncipe. Hace años fui nombrado heredero de la corona. En la corte me rodean bellas damas. Soy rico y poderoso, y todos me dicen que soy guapo, lo que me convierte en alguien persuasivo. O por lo menos eso creía yo hasta que conocí a aquella princesa. No me hacía caso. Intenté acercarme a ella por todos los medios posibles: cartas, peticiones de audiencia, invitaciones a bailes y justas, mensajes a sirvientas… Pero no sirvió absolutamente para nada. No quería ni verme, la muy insolente. Yo no sabía por qué y le rogué, me arrastré. No obtuve respuesta. Dormía mal, me negué a comer y enflaquecí. En palacio se hablaba por los pasillos. Sentí que perdía autoridad y que crecían las voces, hasta que un día me harté y ordené que asesinaran a la princesa nada más principiar el día. Nadie me hizo caso, hubo burlas. Fui enojado a ver a mi padre y le expuse la preocupante situación. Le dije que necesitaba un gran caballo para limpiar yo mismo mi honor y el de la corona. Solo conseguí que se enfadara y me mandara a mi alcoba. Allí planifiqué el peligroso lance montado en mi caballito de madera.
Me parece interesante (y, por supuesto, bien escrita) la idea que planteas, Rubén. No obstante, me surge una duda técnica: a juzgar por el desenlace, el príncipe solo puede tratarse bien de un infante fantasioso, bien de un adulto con visibles deficiencias cognitivas. No tengo nada que objetar respecto a la segunda opción, hasta me parecería simpática, pero respecto a la primera, NO me resultaría nada creible la voz del narrador-niño…
En fin, está bien escrito y es muy simpática la historia que planteas.
Un abrazo y suerte.
NACHO RUBIO
Me ha gustado mucho este relato, es muy gracioso e irónico. Me ha parecido muy bueno ese dibujo de una personalidad caprichosa, es muy realista, y me parece que plantea también el tema de la autoridad, que como todos sabemos, no viene con el cargo: es algo interior, como la elegancia, que se tiene o no se tiene. Por muy rey, o príncipe, o presidente que seas.
Hola paisano! Me ha gustado tu propuesta y hasta le he cogido cariño a tu pequeño déspota, un personaje muy bien trazado, por cierto. Muy acertada la narración en primera persona, que nos da una visión subjetiva de los acontecimientos y hace posible la sorpresa del desenlace. El relato tiene un ritmo muy ágil y la puntuación es impecable como era de esperar, of course! Besotes, Rubén y mucha suerte!
PD:¿Ya tenías ese carácter de pequeño? Vaya tela, jiji 😉
Un divertido relato que describe a la perfección en lo que se convierten los malcriados y consentidos que lo tienen todo.
Me gustó mucho.
Saludos
Rubén, en tu cuento el príncipe está triste; qué le pasa al principe. Ya lo vemos en muchos hogares, desgraciadamente. Buen ritmo, giros, trama y sorpresa final; dónde se desvela el verdadero perfil del diablillo. Suerte y saludos.
Comienzas tajante, avasallando, a borbotones, sin rendijas ni posibles fisuras, en forma de metralla. Más adelante , reculas y amagas haciéndonos creer que te doblegas, que concedes, y a continuación, en menos de un segundo, vuelves a alzar el vuelo, airoso ,para llevarnos hasta el lugar que menos esperábamos. El caso es que, en el título ya nos habías advertido, inteligentemente. Y ese aire de inocencia del final…. es el contraste. Confieso que no lo había apreciado en un principio lo suficientemente( está tan camuflado que se escapa) Ese es el mérito en el juego de contar, creo –
Y normalmente crees bien. Es interesante pararse a analizar los títulos (los paratextos, que añado yo, autor). Dan luz o pistas sobre la intención. Nunca (me) los pasas por alto. Me vas pillando. Un beso, Nieves.
Estoy muy de acuerdo con el amigo Nacho. Es una historia simpática sobre los caprichos principescos, bien escrita (por supuesto) pero algo tramposa, pues el vocabulario: «persuasivo» «enojado» «principiar» no corresponde al niño narrador que al final se nos descubre. Ya sabemos que todos los niños narradores de los relatos tienen una voz más madura que la que correspondería, pero este chirría un poco más de la cuenta.
Será que mi príncipe, Paloma, también Nacho, está demasiado educadito. O eso, o me ha salido resabiado y respondón, como le salí yo a mi madre.
¿No es escribir ficciones una pura trampa? ¿No es la función de las palabras persuadir?
¡Con decirte que yo creí que andaba sobre los 45 y era un Borbón…!
Es broma, no vaya a ofender a algún monárquico, en serio la voz narrativa se me antojó muy creible ya a la primera, me lo imaginé adolescente-adulto con un mimo y un complejo de Peter Pan como la copa de un pino. Y algo bobo, sí, caracteres así abundan en nuestro pasado histórico. Perdón por la broma! Un abrazo.
Rubén, tengo que reconocer que el final me ha sorprendido. Un saludo, Sotirios.
Rubén, corrígeme si ves que me equivoco. Me parece un texto de escritura plana, tal y como lo desarrollas. Y creo que esa era precisamente la intención, despojarlo de emociones hasta llegar a la guinda final que sitúa la trama en el ámbito infantil. Para mí esa frase final inicia y finaliza el cuento.
Un abrazo.
Hola, Susana. Yo considero plano un personaje, una escritura, sin matices, sin relieve. Creo que aquí no es el caso. Diría más bien que el discurso tiende a la continua llamada al lector. Quizá mi príncipe pretende seducir no suavemente, no emocionalmente, sino a la fuerza. Has visto la intención.
…junto con el título, claro. Es lo que quería decir.
Desde que se colgó tu relato, Rubén, he estado dándole vueltas a si comentarlo o no comentarlo, tú bien sabes el poco valor ‘profesional’ de mis comentarios y seguramente no te aporte nada. Cuando leí a Nacho, pensé que quizá esa era la clave de lo que me había transmitido (o mejor dicho, no había transmitido) el cuento, ahora leo a Susana y me pregunto si será verdad que lo has desprovisto de emociones intencionadamente para poner el broche infantil. Te lo dije en otra ocasión en referencia a otros micros y tuve la sensación, por tu respuesta, de que realmente era algo que intentabas pulir (ya que el resto es intachable); el involucrar al lector o hacerle sentir, vibrar o lo que sea. Si Susana tiene razón, me callo, pero si no era esa tu intención, no estoy tan segura de que solo sea el lenguaje excesivamente adulto, sino la madurez y claridad con las que el príncipe analiza, describe y detalla su propia ‘rabieta’. Un niño poco infantil, que más que tener un aire de insolencia es un frío calculador nato, por lo que ése final en el que se desvela que es un niño, tan niño como para montar un caballito de madera, más que sorprender, descuadra. Y hasta cierto punto,incluso asusta. Es mi humilde parecer. Por lo demás, por supuesto que está dentro del tema del mes: a tu princesa lo que seguramente le pasa es…que no soporta a ese ‘Chucky’de sangre azul :o). Un beso.
Efectivamente, Eva, despojarlo de emociones y, más que involucrar al lector, obligarle a que lo quieras y lo entiendas. Pero es tan presuntuoso que lo rechazas. Ahí quería colocarte.
A partir de ahí, ¿de verdad crees que puedo conocer tanto a mi príncipe como para responder a tus preguntas que lindan con la lectura psicológica? O peor, ¿de verdad crees que es sano para el texto que busque razonamientos a posteriori? Ahora ya es más tuyo que mío. Tus interpretaciones también son el cuento. Y por eso las valoro. Besos.
Gracias a todos los lectores, por cierto. He disfrutado leyendo vuestros comentarios sobre la psicología del personaje. Poco más podría aportar a ese respecto. Os he leído rencoroso, caprichoso, antojadizo, triste, autoritario, bobo y tantas cosas más. ¿Qué decir? Hay quienes le cogen cariño y les divierte la voz y quienes no aceptan el pacto de verosimilitud (a veces tramposo) y les chirría la credibilidad. En fin, esto es escribir y exponerse. No os voy a llevar a todos a mi alcoba a la fuerza. A todos, muchas gracias por el tiempo empleado en leer y comentar. Me ayudáis.
Me gustan el relato de los caprichos del principito repelente.
Abrazos. María Rojas
Hola Rubén, me ha pasado como a los demás por sus comentarios, que la idea de la trama es buena, es divertido como va cambiando, acertado el narralo en 1º persona, pero el final con el caballito de madera descoloca completamente ya que nos esperamos a alguien de más edad (un adolescente por ejemplo). Creo que simplemente cambiar el caballito por una consola, ordenador etc algo como «le borré del facebook» estaria bien, quizás para redondearlo en ese caso cambiaría cartas por mensajes, en fin ya me entiendes palabras que tengan el doble sentido en lo antiguo principesco y en lo actual, te lo dejo así como idea… Pero me gustado el estilo directo de frases cortas y como va cambiando su mundo externo e interno. Saludos,
Gracias, Mel, por la lectura y por las ideas. Siempre son bien recibidas las propuestas de este tipo. Me las apunto. Un beso.