MAY140. EN LA EDAD DE LAS PRINCESAS, de Irene Pastor
Hubo un tiempo en que creí crecer muy muy deprisa. Fue un tiempo de desengaños, pero también de misteriosas revelaciones: aprendí a leer de corrido; averigüé que los niños no venían de París sino que los traían las mamás de los hospitales; me sorprendí al contemplar que los ruidos del cuarto de mis padres no los provocaba ningún ser monstruoso sino mis padres besándose; me sentí altamente desconcertada cuando, en la playa, vi a mi primo Elías bañándose desnudo, y al final de unas navidades, en una caja del trastero, confirmé que mi padre no se llamaba Antonio sino Melchor, y que yo, por tanto, tenía sangre real.
Me gusta mucho, mucho, mucho. Sencillo, pero muy concentrado.
Un real abrazo, princesa.
Me gusta el enfoque desde el punto de vista de niña en el camino de la madurez, pero aún le falta por llegar… me encanta lo del monstruo del cuarto de los padres y que los niños los traen del hospital. El final es estupendo, solo me extraña una cosa, a ver cómo la ves tú y es, el narralo en pasado. Yo hubiese elegido el pesente porque al leerlo tengo la sensación de que la niña aún no es adulta por las frases que comentaba, a ver qué opinas. Y lo de «creí crecer» los enemigos de las cacofonías lo subrayarían me temo. Saludos,
Está muy bien entrelazado el descubrimiento de la vida real y el abandono del confortable mundo infantil, que no deja de ser una batalla entre ambas cosas. Por tanto, bien contada la llegada a esa edad de cambios en la que no sabes muy bien dónde pisas.
Un abrazo.