MAY31. PRINCIPE DE BEUKELAER, de David Vivancos Allepuz
Os comprendo muy bien, claro que entiendo lo que decís… –rezongó volviendo a abrir los ojos y renunciando definitivamente al beso–. Pero contadme… ¿qué tiene él que yo no tenga? ¿Es su apostura la que os cautiva? ¿O acaso su juventud e inteligencia? ¿Su educación exquisita? ¿El delicado modo con que tañe el laúd? –prosiguió con cierto despecho, saltando de un lado para otro entre pregunta y pregunta–. Podéis ser franca conmigo. Un momento… es por su mata de pelo, ¿verdad? –hablaba el sapo verrugoso entre jadeos, motivados por el esfuerzo que le suponía esquivar los pisotones de aquella princesa histérica que no paraba de chillar–. Ajá, ¡eso es! –exclamó, triunfante–. ¡Es por su mata de pelo! ¡Ahora lo entiendo todo!
Un relato muy simpático, David, me gusta la manera en que trabajas la ironía, esa imaginación punzante, «volteadora» de situaciones 🙂
El defecto que yo le saco a veces a tus textos es lo elevado del vocabulario. Quiero decir, que a veces parece que el narrador tiene un afán más de lucirse con sus cultismos que de contarnos la historia.
En este caso, además, me cuesta un poco imaginarme a un sapo verrugoso diciendo «el delicado modo en que tañe el laud». Creo que faltan algunas pinceladas que caractericen a ese sapo para hacer creible el empleo de esos vocablos, no sé si me entiendes…
En cualquier caso, y por encima de todo, celebro tu gran talento y lo bien que trabajas el sarcasmo más mordaz 🙂
Un abrazo y suerte
NACHO RUBIO
David, resultó ser un sapo de ego crecido; a pesar de sus verrugas. Qué importante es la autoestima. Bien llevado y entretenido tu cuento. Suerte y saludos
Le tocará esperar, pues, a que como decía mi madre «las ranas críen pelo».
Muy bueno, divertido, etc, etc,,,, estaba viendo a la princesa dando saltos y al sapo croando, croa que te croa, croa-croa, y a la princesita sin entender ni jota, pegando gritos. Yo haría lo mismo. Y me ha encantado, esta vez discrepo de Nacho, ese lenguaje… solo de imaginarme al sapo intentando explicarse, es que me parto. Bueno, que sí que no me enrollo más. Hale, agur.
Aurora ha descrito a mil maravillas la escena tan «visual» y «audible» de la princesa histérica dando saltos y gritos y el sapo que renuncia al beso pero quisiera entender el porque del rechazo…
ha sido muy entretenido…
Los pobres príncipes con verrugas a los que nadie quiere besar , ¡si al menos no fueran calvos!! Y es que las princesas son muy exquisitas en sus gustos,y de entrada eligen príncipes como el de Beckelar, ciegas al hecho de que después también se arrugan y se quedan calvos.Y encima son gilipollas!,a diferencia de los ilustrados y agudos sapitos. Muy buen micro , David!
Gracias a todos por vuestros comentarios, siempre generosos. Ana, con eso de que te acostaste con una sonrisa en la cara… ¡me hiciste sentir cuentista de verdad! Ya estoy pensando en cambiar de oficio, jejeje.
Nacho, en mi opinión el sapo, que no es tal, tiene que hablar del modo en que lo hace. Si no, la historia no funcionaría, creo. Aunque todo es revisable, claro. Gracias por tu comentario.
Un abrazo y suerte a todos,
D.
Un relato hilarante, David, muy bueno. Pobre sapo incomprendido, me gusta cómo llega a través del texto a esa conclusión.
Un abrazo.
¡Muy, muy, muy, muy simpático relato! He reído mucho al leerlo. ¡Felicidades, David, y mucha suerte!
Este sapo infeliz ha pasado de provocar la histeria de la princesa a las risas de las lectoras. ¡Progresa adecuadamente! Celebro que os haya gustado.
Susana, Nicoleta, gracias por vuestros comentarios y mucha suerte. Un abrazo,
D.
Todo dicho. Divertido y buen relato.
Abrazos. María Rojas
Progresa adecuadamente. Ja ja ja. Me ha gustado la escena que describes y como lo has escrito. Felicidades.
Gracias, María y Fernando. Croo de satisfacción tras saber que os agradó este modesto cuento infantil.
Un abrazo y mucha suerte en la convocatoria, amigos,
D.