MAY32. EL PELUQUERO DE BARBIES, de Juana Mª Igarreta Egúzquiza
A Manuel le encantaba jugar con las muñecas de su hermana Candela. Peinaba a las Barbies haciéndoles unos recogidos muy estilosos. Y mientras Luisa, su madre, a esto no le concedía mayor importancia, a Juan, su padre, no le hacía ninguna gracia. Decía que jugar con muñecas era cosa de chicas…
Una noche Manuel escuchó una conversación entre sus padres:
– Oye, Luisa, ¿este hijo nos habrá salido “rarito”?
– No lo sé – dijo su madre.
En este punto de la conversación, se cerró la puerta de golpe y ya no pudo oír nada más.
Llegó el cumpleaños de Candela y entre los regalos hubo uno que llamó especialmente la atención de Manuel: un maravilloso disfraz de princesa.
Aprovechando un momento que todos estaban en el salón, Manuel entró en el cuarto de Candela y se puso el disfraz. Se quedó hechizado ante el espejo viendo su menuda figura envuelta en raso y puntillas. De pronto, entró su padre. El corazón de Manuel galopaba. Juan se le acercó y, cogiéndolo cariñosamente en sus rodillas, le preguntó: – ¿qué le pasa a la princesa? Manuel abrazado a su padre rompió a llorar, preso de una emoción entretejida de alivio y esperanza.
Me gusta como describes la sensación infantil de saberse distinto y el giro del padre hacia la aceptación. Mucha suerte, Juana Mª!
Mil gracias Belén por leerme y comentar. Un saludo afectuoso
Excelente, me ha gustado la parte final, cuando esperábamos la tragedia aparece la comprensión. Felicidades .
Sí, en un principio la idea era un final duro, de rechazo total del padre. Luego, como pienso que aunque despacio vamos evolucionando en este sentido, me incliné por éste. Mil gracias y saludos.
Gracias por tu reflexión, Ana. Totalmente de acuerdo, cuando el diferente es el hijo del vecino, somos muy tolerantes. Si es el nuestro, necesitamos tiempo para asumir la diferencia. Es más, hay quién no lo aceptará nunca. Por no hablar de aquellos que consideran a los diferentes como enfermos. Saludos y gracias de nuevo.
Totalmente de acuerdo también con esto último que me contestas. Así es y así somos, a veces muy tolerantes hacia fuera pero intransigentes si lo tenemos que lidiar de puertas adentro. Y como tú también señalas, hay cosas que en las propias familias nunca se aceptarán y otras personas de la calle hasta les apalean y las matan. En los tiempos de Franco había una «Ley de vagos y maleantes». Y a todo el que era un poco rarillo, ¡a la trena!. Y a las mujeres, si eran del otro coté, ya eran: «Putas». En el caso de ellas lo más socorrido era meterlas en psiquiátricos y llamarlas «locas».
Juana, la sociedad en cuanto a la moral siempre ha sido muy hipócrita y cargada de prejuicios. A veces el que más critica, es el que más debe callar.
Te voy a contar una cosa, verás: Hubo un tiempo que yo antes de ir al trabajo y a la vuelta de trabajo (trabajaba a turnos) solía ir a tomar el sol un ratito, en una pequeña plaza donde era todo muy tranquilo y me daba paz y quietud. Me sentaba y dejaba que el sol me diera en la cara y los brazos. Ya que no podía ir a la playa. En alguna ocasión me tumbé en el banco y me remangué el pantalón. Lo único que quería era un poco de sol. Bueno pues un día, estaba yo con un libro, leyendo y llegó un joven. Un joven muy apuesto que se sentó en el banco de al lado y comenzó a hablarme. Yo le tomé por un «porrero» ya que previamente se había acercado a otros jóvenes que parecía que estuvieran vendiendo costo, digo que le seguí la conversación. Bueno pues justo habíamos intercambiado tres frases y se me acerca una mujer mayor y me pregunta, indicándome hacia abajo (yo pensé que se refería a los baños que pudiera haber en el parking subterráneo que había abajo): «¿Sabes si hay unos baños, ahí?» Yo toda inocente le contesté: «No, señora, no tengo ni idea». Bueno cuando le llamé de nuevo para indicarle donde había unos baños cerca, se me acercó la muy ladina y me dijo: «No te preocupes, ya sé donde hay uno» Después volvió con dos amigas y se sentaron en el mismo banco escuchando lo que estábamos hablando. Yo para darles en las narices a ella, le dije cuatro tontadas a ese joven. Que por cierto, al tiempo, luego ya me fijé que él tampoco era de fiar. ¡Vamos! que un joven apuesto, bello, con cuarenta mujeres a sus pies, se tome la molestia de acercarse a mí, solamente para reírse y algo más, me demostraron todos ellos que los que tenían el alma sucia eran las tres mujeres y el mismo joven. Y no cuento más, algo posterior porque sería hablar de la bajeza moral de esa gente. Una ciudad muy muy muy muy no se qué pero llena de hipócritas y censores que se meten donde nadie les llama y juzgan a diestro y siniestro. Cada uno haría mejor en meterse en su propia casa y persignarse por sus propios errores y dejar a los demás en paz. Un abrazo, Juana.
Gracias por explayarte tanto. Vaya experiencia desagradable que te tocó vivir. A veces una se topa en la vida con quien menos quisiera. Gente falsa y malintencionada. El único consuelo es pensar que más tarde o más temprano se encontrarán con la horma de su zapato. Otro abrazo,Ana.
Juana Mª , un final ideal para una familia y una princesa menos triste, fenomenal!!! Suerte y saludos
Gracias por leerme y detenerte a comentar. Saludos
Me gusta la actitud del padre de aprobación ¿o resignación? frente a la realidad que le ha tocado vivir.
Me parece muy bien pensado el llevar el manido y ñoño tema de las princesas por otro derrotero al que estamos acostumbrados.
Suerte. Besos
Gracias, Beatriz, por comentar. En cuanto a lo que planteas de aprobación o resignación, las dos serían válidas. En todo caso se produce un acercamiento por parte del padre, tomando conciencia de que su hijo es especial. Besos
Me ha gustado mucho tu visión del tema de este mes.
Estupendo cuento que muestra la lucha interior y la aceptaciòn.
Enhorabuena.
Besos
Muchas gracias por leerme y por tu generosa reflexión, Towanda. Saludos
Perfecto final para un relato bastante real, aunque afortunadamente cada vez menos, eso espero.
Felicidades por este buen giro a las princesas.
Besos.
Mil gracias, Asun, por leerme, comentar y valorar así el relato. Besos.
Muy bien contado Juana y con un final emotivo. Ójala todas las personas tuvieran esa comprensión hacia la manera de sentir que se aparta de los cánones establecidos.
Un saludo y suerte
Gracias, Elena, por tu comentario y por tu deseo de comprensión hacia lo diferente. Creo que todavía falta bastante en este sentido. Un afectuoso saludo
Me gustó muchísimo, es muy valiente. La homosexualidad en los niños es un tema todavía muy tabú y ya va siendo hora de que deje de serlo, porque se sufre muchísimo a esas edades cuando te sientes distinto, y todavía hoy en día que tus compañeros de clase te tilden de gay es cosa que puede hacer completamente infeliz una infancia.
Precioso, pero sobre todo, necesario. Y necesario es una categoría que traspasa lo literario para alcanzar lo humano. Ojalá tenga suerte este relato, me gustaría muchísimo. Un abrazo, Juana!
Alba, mil gracias por tu generoso comentario poniéndote en la piel de los que sufren la incomprensión de los demás por haber nacido distintos, y por valorar el relato por su contenido humano. Mucha suerte también para tu relato. Un abrazo
La historia que cuentas tiene mucha fuerza por el momento tan importante de cambio en la vida del niño que narras. Un buen ejemplo a seguir.
Un abrazo.
Muchas gracias por leerme y por tu interesante observación al relato, Susana. Un saludo
Muy buen relato, Juana, sobre el alma infantil y sobre la tolerancia y la aceptación de los que son diferentes. Suerte.
Agradezco mucho que me hayas leído y tu valoración del relato, Nicoleta. Saludos.
Que relato tan bonito, me ha encantado, original, arriesgado atrevido, muy bien, felicidades, un besazo enorme.
Bueno, bueno… que me van a salir los colores con tanto elogio, Érika. Muchas gracias generosa y mucha suerte con tu cristalino relato. Un beso
muaaa linda, para ti también mucha suerte.