MAY53. ANTÁRTIDA, de Cristina González Prieto
Derramando una última lágrima el sol se escondió para no volver jamás. Tumbada bajo el árbol en dónde su corazón se apagó mientras veía morir a su amor entre sus brazos… dónde su melódica voz había pronunciado por última vez las palabras más bellas hacia un ser que ya no podría volverlas a oír… No me dejes… Sus alas ya no podían volar, pues ya no tenía motivos para seguir soñando. El frío salvaje se alzó sin tregua, tiñendo de negro el que antes había sido el azul más intenso jamás visto. Los días encadenados se fueron para dejar paso al reinado de la noche eterna. Ninfa sin alas permaneció apoyada en su amado árbol hasta que, finalmente abatida, se dejó acoger por su cariñoso abrazo. Pero esto no hizo desaparecer la fría e impía oscuridad. Su alma se entremezcló con aire, tierra y agua, infundiéndole su pena. El sol y las estrellas, símbolos de esperanza, olvidaron el camino de regreso. Las lluvias, lágrimas de ninfas, abandonaron aquel lugar cuando el corazón de la última de ellas dejó de sangrar. Sólo el frio de la soledad eterna que la acompañaba permanecieron. Y fue así como ya no hubo más flores.
bella forma de explicar porque existe un continente de hielo 🙂
¡Qué la Antártida y el Ärtico vivan siempre para que no perezcamos! cuando nuestra cabeza y nuestros pies blancos desaparezcan… ¿A dónde iremos?
Muchas gracias Anónimos ! Pues si, debemos unirnos para que jamás se pierdan, pues nunca nada tan frío fue a su vez tan hermoso. Cuando dejamos de cuidar las cosas bellas que poseemos ya no nos quedará nada, nada excepto el lamento…