MAY57. EL SONIDO DE LAS FLORES, de Teresa Oteo Iglesias
Después de toda la lluvia que nos trajo abril, mayo ha venido precioso, lleno de flores que inundan de color la pradera frente a mi ventana. La abro y una brisa cálida y perfumada inunda todos mis sentidos. Puedo oler las margaritas, las jaras, las amapolas…
Mis ojos apenas perciben algunas luces y sombras; pero yo sigo ahí, sentada ante el cristal, sabiendo que tal vez mañana solo permanezcan los recuerdos grabados en mi retina; la vida me está gastando una broma pesada y no me va a permita otra cosa. La cruel certeza de ese futuro no muy lejano es la que me ha obligado a aprender a sentirlas, a sentir su aroma, su calor, su sonido, su belleza…
Porque aunque yo ya no pueda verlas, en mayo, tras mi ventana, siempre habrá flores.
Una dolorosa sinestesia. Me gustó que, además, arrastrases el tema de la lluvia del mes pasado, y para el próximo ¿te atreverás con el viento?
Esa es la idea, pero a ver que sale…