MAY66. CONDENA DE AMOR, de Rafael Aracil Alemañ
La princesa de mis ojos yace postrada sobre la urna de cristal que su padre el Rey Jorge, apodado, el melancólico, mando construir para alojar el cuerpo inerte de la joven, aquejada de una extraña dolencia que la apartó de la vida en palacio. Arropada entre suaves paños de delicada seda transcurren las horas, los días… las siembras. La belleza de su rostro no la empaña tan siquiera ni ese yerto gesto, ni ese rictus espectral que la envuelve en un halo de desconcertante quietud solo alterada por el leve e imperceptible resuello que marca su acompasada y débil respiración. Cierro mis ojos y sueño que corro a su lado por los jardines de palacio, sonriendo en cada rincón de mi desolado ser y que acaricia mi rostro con el tenue aleteo de sus ahora cerradas pestañas. La miro fijamente desde hace varias décadas y vivo obsesionado con ver el mínimo signo de vejez en su imperturbable cara. Ansío, con toda mi alma, que su dolor me pueda, que su verdad amarga endulce mi última hora para rondarla eternamente en el reino de la esperanza.
Rafael, romántica y bien descria toda esa carga emocional que respira el cuento. Suerte y saludos
Muchas gracias por tu comentario, Calamanda.
Un saludo.
Gracias por tus amables comentarios, la historia refleja un tono un tanto agridulce…
Un saludo.