MAY66. MAGIA, de Silvia Merino Morales
Vengo todos los días a ver a los cerditos de mi abuelo. Los trajo a la granja el año pasado. Sólo son cerdos llenos de barro en una pocilga oscura pero no me importa. Seguro que si los lavo son como muñecos de cuero suave, rosados y lisos. Y si los entreno, serían tan obedientes como un perro. El abuelo se burla de mí porque me paso el día acariciándoles y me dice, mientras se ríe a carcajadas, que es mejor no tomarles cariño ya que son nuestra comida, pero yo se que es mentira y no le hago caso. Yo lo que creo es que están encantados y son mágicos. Lo veo en sus ojillos al mirarme y en que cuando estamos a solas, si me acerco lo suficiente me susurran cosas y me cuentan, por ejemplo, por qué desde que llegaron, en el jardín de la abuela no hubo flores.
Rompiendo los esquemas ¿quién dijo que los chanchos no valoran un buen ramo de margaritas? Está bueno, Silvia.
Bonita historia.
CAda uno busca la amistad donde le escuchan. Otros tienen trato con musas y son intangibles…
Lo que importa es que el micro tiene todo lo necesario para sacar esa historia adelante.
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