MAY72. DIENTES DE ABUELA, de No(elia) Valverde
De camino hacia la cama por el pasillo, me crucé con la abuela, que salía del baño, como cada noche, brillando entre reflejos intermitentes de luz sobre los pliegues de su camisón de raso que, más que anzuelo de sueño, me parecía a mí lo único que, en justicia, debería envolverla: su vestido de princesa; A mí no podía engañarme.
Una tarde corrí a sentarme en su regazo y le enseñé el diente que se me había caído.
– ¡Mira, abuela!, seguro que viene el ratoncito Pérez.
Ella lo sostuvo entre las manos cruzadas de venas de sangre azul: Era evidente que se disfrazaba de abuela por el día y por la noche olvidaba el embuste, y –supuse- sería por el estrés de fingir ser quien no era por lo que, de un día para otro, había dejado de reír y el llanto le había cosido los ojos con hilo rojo.
Pero aquella noche -feliz porque Pérez me indemnizaría por mi reciente pérdida, optimista por todas las venideras-, vi el vaso sobre la mesilla de la abuela con sus dientes en remojo y entendí su tristeza: ¿cómo iba a ilusionarse, si a ella ya le había devuelto todos los suyos?
Es curiosa y entrañable tu historia. Me encanta.
¡Y a mí que te encante, Cora!
Muchas gracias, un abrazo.
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«el llanto le había cosido los ojos con hilo rojo» Esta frase, divina, por sí sola ya podía ser un micro. Lo de los reflejos intermitentes de luz me ha despistado un poco, pero la lógica infantil es enternecedora. Suerte.
Es verdad que no todas las abuelas acostumbran a brillar pero… ¡ojalá!: nos ahorraríamos un montón en el recibo de la luz…
¡Gracias, Eva!
Genial Noelia: has escrito el tipo de cuentos que me gustan: un mismo suceso puede estar mirado con los ojos de la realidad y con los ojos de la imaginación (esta mirada suele corresponder a los niños)y ser igualmente cierto. En este caso has sbido relatar de forma tierna la ilusión por la llegada del ratoncito Perez y la vejez.
Me alegra que ambas perspectivas se crucen en un trocito de texto y, sobre todo, que te hayan llegado, Paloma.
¡Gracias!
Hola Noelia, creo que tienes una sensibilidad especial y una forma de narrar mágica y muy personal. Aparte de la frase del hilo rojo, me ha encantado lo de que el camisón es un anzuelo de sueño, es una imagen preciosa. La técnica es algo que se puede aprender pero tienes algo innato que muy pocos tienen. No sé si has leído «Industrias y andanzas de Alfanhuí», de Rafael Sánchez Ferlosio, tu micro tiene un «nosequé» que me recuerda a esa novela. Intuyo que también se te debe dar bien la poesía. Un beso y suerte, espero seguir leyéndote por aquí.
Ay, Mercedes… Ni en el mejor de mis sueños podría aspirar a compararme con Sánchez Ferlosio… ¡Gracias!
Ni con él, ni contigo: la poesía, por desgracia, no me quiere tanto como a ti -muy buen blog el tuyo, Mercedes-.
Los elogios -obviando si son o no merecidos- tan amables como los tuyos pueden sacar lo mejor en los demás: ¡Muchas gracias, Mercedes!
Un abrazo
me gusto muchísimo este relato de una princesa de sangre azul en la vejez….
¡vista con los ojos inocentes de la niñez la vejez se vuelve tan tierna!
todo es ensoñación… hasta la dentadura postiza se vuelve «mágica»…
«Era evidente que se disfrazaba de abuela por el día y por la noche olvidaba el embuste,»: lo «evidente» de la lógica infantil…
el final tan inesperado que remata este relato delicioso…
Supongo que podríamos hacer magia de todo, si fuésemos niños más a menudo, ¿no crees?
¡Muchas gracias, Kistila! ¡Genial que te gustase!
Un abrazo.
La lógica infantil es una fuente de recursos que, bien utilizados como has hecho tú, da para escribir muy buenos cuentos donde la ternura envuelve y maquilla las más tristes realidades.
Un abrazo.
Bueno… Tal vez sea una fuente de bondades: literarias y vitales.
¡Muchas gracias, como siempre, Susana!
Un abrazo.
Relato tierno y bien escrito. Me gusta.
Abrazos. María Rojas
Y a mí me encanta que te guste…
¡Muchas gracias, María!
Un abrazo.
Tiene mucha magia, sin duda. Es una pena la puntuación del primer párrafo, pero como dicen por aquí, eso tiene arreglo. Un saludo.