MAY91. DESEOS, de Carlos Díaz González
No hubo flores, pero no me sorprendió. Me harté de decir que no me gustan, que me parece una tradición hortera regalarlas; y parece que surtió efecto. El sábado pasado aquí estaban todos, guapísimos y diciéndome que me quieren mucho.Pero se fueron muy pronto, lentamente y abrazados.
Y ahora que nadie nos ve, os digo que echo de menos un ramito sobre mi lápida, que está muy sosa entre tanta tumba florida.
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Las tradiciones son las tradiciones y tienen su explicación. En esa tremenda soledad de los cementerios, sólo una flor puede consolarte, aunque a los vivos nos parezcan terriblemente tristes. Genial esa envidia de lo que tienen los demás y nosotros no, hasta muertos somos humanos. Un abrazo.
Me alegro de que te haya gustado, Mar. Salió sólo al imaginarme unas flores, o su ausencia.
Y es que hay pequeños detalles que pueden alegrarnos un día.
Un abrazo.
Esto sería la representación de las «contradicciones» que todos podemos tener.
Prefiero la incineración y que tiren mis cenizas en un rinconcito secreto, desapercibido y de vez en cuando que se den una vuelta por ahí, pero que no me dejen flores. Solo quiero que tengan flores para mí dentro de su corazón quienes me hayan querido de verdad.
¿Llegaremos a los 100 relatos?
Comparto tu opinión, Anónimo. Pero bueno, si a este personaje le hace feliz un ramito, por mucho que renegará de él antes…
Y sí, creo (y espero) que llegaremos a los 100.
Muchas gracias.
Renegamos de las tradiciones pero mira en ese estado las echa de menos, las flores alegran.
Besitos