67. MEMORIAS
Los días se llenaron de paciencia y locura. El atronador ruido de la lluvia sobre el tejado de metal me desesperaba y el calor en aquella atmósfera irrespirable me asfixiaba. La razón fue desapareciendo a la par que subía la fiebre y las tripas se negaban a retener nada. Mi cuerpo huía de aquel infierno por el retrete.
Este es el recuerdo, a golpe de pesadilla, de un mes en el trópico.
Del momento en el que el embajador me comunicó mi repatriación urgente apenas guardo la sutil imagen de su rostro totalmente envejecido. Y tengo la certeza que ese fue el instante en el que rugió la idea: «esas arrugas son como los surcos de un antiguo disco de pizarra».
Y la pesadilla se repetía.
Y la fiebre continuaba.
Ya en España abandoné el Hospital Universitario sin haberme librado de la confusión mental. Algún cabrón del ministerio forzó el alta. Acepté la situación con la elegancia pulida en decenas de recepciones oficiales.
Luego, la vida.
Hoy puedo sincerarme. En la delegación guardo el brazo mecánico, la aguja de diamante y el amplificador. También tengo 50 rostros humanos disecados con cuidado y archivados convenientemente con las transcripciones de sus vidas.
About Post Author
Un micro inquietante, aunque no lo acabo de entender. Los 50 rostros humanos me recuerdan a Arya Stark durante su estancia en la casa del Dios de Muchos Rostros, pero no tienen nada que ver con la enfermedad tropical ni con el brazo articulado…
Valar Morghulis
Hola Rosalía. Pues nada tiene que ver con Juego de Tronos. No era esa mi intención. Tiene que ver con los tocadiscos, los surcos de los discos antiguos, las arrugas que nos imprime la vejez, la enfermedad y la locura. Lo del coleccionista de rostros es como el que colecciona discos, para ponerlos en el plato y escuchar sus historias… Desde luego pretendía ser una historia inquietante, febril y con final obsesivo. Me tocará poner este corto en la colección de cuentos a revisar. Gracias por dedicarme tu tiempo. Un saludo.
Vale, ahora sí que lo veo, que extraño no haberlo pillado, con lo boomer que soy…
Lo de Juego de tronos es problema mío, que soy una friki. Eso sí, la parte inquietante está lograda.
Un abrazo.
Me encanta, Manuel. Ese oxímoron del principio es genial: paciencia y locura. Y todo el relato es tan kafkiano que no deja indiferente. El imaginar esos rostros produce miedo y desasosiego. Muy bien llevado con un lenguaje pulcro y una idea muy original.
¡Suerte!
Muy inquietante, aunque me ha pasado como a Rosalía y se me ha ido a temas de asesinatos…