19. Mensajes
Mis antepasados me hablan: mi abuelo Antonio continúa diciéndome desde el más allá lo mismo que me decía en vida: “Juanito, debes dedicarte más al trabajo y menos a la juerga”; de seguro es mi bisabuelo el coronel, al que no llegué a conocer, quien desde su pedestal me espeta marcialmente que mi vestimenta y el largo de mis cabellos no se corresponden con mi sexo, y, sin duda alguna, es mi abuela Carlota, quien vivió convencida de que Dios la había enviado a este mundo con la misión de juzgar al resto de la humanidad, la que desde su soberbia dictamina que mis amigos son todos unos vagos… y que debo evitar a mis vecinos, gentes vulgares según ella, de las que, sorprendentemente, conoce hasta el último detalle de sus vidas.
Estos mensajes póstumos comenzaron a llegarme esporádicamente hace algunos años, con el tiempo se fueron haciendo más frecuentes y actualmente ya me resultan insoportables. Puede ser que mis antepasados lo hagan con buenas intenciones, pero me parece imperdonable que, para hacerme llegar sus sermones, hayan implantado la voz de mando y los gestos crispados que hoy tiene a la dulce mujer con la que un día me casé.
Lo que tu protagonista quiere ver como una herencia imposible en una persona que no es de su linaje, no es más que la consecuencia de una vida en común que comienza con el enamoramiento y puede degenerar en críticas muy similares a las recibidas anteriormente por parte de los ancestros. Al menos, se nota que él si la quiere, ya que está convencido que no es su mujer, sino los abuelos a través de ella, quienes afean su estilo. El día que descubra la verdad tal vez será el momento de que cambie de aspecto y actitud para contentar a su pareja, o puede que lo mejor sea tomar distancia y mantenerse fiel a la imagen que ha elegido para deambular por el mundo.
Un relato que demuestra que las cosas, muchas veces, son como las queremos ver.
Un abrazo y suerte, Jorge