13 Menuda gansa
¡Estoy tan asustada!
De hecho, no creo que mi débil corazón aguante mucho más…
Es tal el nerviosismo que me embarga, que el más mínimo sonido me altera hasta ponerme la piel de gallina.
¿De gallina?
Tiene gracia que yo digo eso…
Pero… ¡escucha! ¡Ya vienen!
Están ahí, esta vez no me equivoco. Esta vez es cierto, son mis últimos segundos.
¿Y qué hacer? ¿A quién apelar?
¿Quién va a ayudarme si ya desde el principio supe que esta, y no otra, era mi triste condición? ¿De qué me sirven ahora mis bellas plumas, mi robusto cuerpo, mi inteligencia superior?
¿De qué… de qué…?
¡Miradme!
¡Observadme por última vez!
No volveréis a escuchar mis graznidos. No sufriréis nunca más mis picotazos. No habrá más torturas ni vejaciones.
Ahora sois vosotras las reinas, las más afortunadas del mundo, y yo, _ ¡ay, pobre de mí! _, languidezco en esta esquina sola, ultrajada, abucheada, menospreciada…
En estos días de paz y amor mi fatal destino está sellado.
¡No riais, malditas!
Pequeñas gallinas sin gracia, sin belleza, sin finura…
¡Oh, anodinas!
¡Puerca especie que sólo abastece y ni siquiera vale para alegrar un caldo!
¡Que os den!