78. Mi media naranja mecánica
Era perfecta. “Una máquina, también en la cama”, se anunciaba en su perfil. 99% de compatibilidad indicó la aplicación. Le gustaban las películas de Star Wars, el orden en los cajones y la música de Bach. Nos enamoramos al instante y en dos semanas ya se había instalado en mi casa. Dicen que las personas cambian con el tiempo y que el amor se acaba. Nosotros llevamos quince años juntos y ella sigue siendo la misma de siempre. Además, está exactamente igual que cuando la conocí: ni una arruga, ni un gramo de más. Por supuesto, yo tampoco he cambiado. Quizás ese sea el secreto de la felicidad.
Una relación sin desgaste, a medida, ha de ser perfecta. Aunque tanta excelencia sin tacha puede que también acabe siendo un defecto en sí misma. Puede que un poco de caos añada interés a la vida, elimine rutinas y tedios, o puede también que decir esto sea en el fondo un poco de envidia encubierta.
Desde el título llevas diciendo que se trata de un robot sin decirlo, pero solo al final nos damos cuenta, eso hay que saber hacerlo.
Un abrazo y suerte, Ernesto.