Microscopio 49: Las nueve olas
Tras la fiesta del Monstruoscopio (por el número 50 de este espacio) os traigo este texto que tenía fecha de publicación mucho antes pero que hemos aplazado a que se cierren bien todas las tumbas y volvamos a la «normalidad».
Gina nos ha seleccionado «Nana de lluvia» de Carlos Nuñez
Las nueve olas
Tras recoger su estéril ganado y cenar las escasas hortalizas que, esa tarde, había cortado en la huerta, Elvira, dejando la tenue luz de la aldea a su espalda, se encaminó despacio hacia la playa. Llegó poco antes de las doce, dispuesta a recibir lo que llevaba tanto tiempo ansiando. Todos sus pensamientos eran para la hija que iba a concebir esa noche. Bajo el jergón, atesoraba cualquier cosa que pudiera servirle a esa niña cuando le llegara la hora de casarse: un retal, un pedazo de madera, el cabo de una cuerda… Soñaba con que su niña, algún día, también tendría hijos. Estos corretearían alegres por las leiras y, ya crecidos, las ayudarían en el duro trabajo de sacar adelante la casa. Se veía feliz con su hija y sus nietos. Cumplida la medianoche, avanzó tranquila hacia las olas.
Como sesenta años atrás también lo había hecho con su prometido, el mar se la llevó. La devolvió a los tres días. Los que la encontraron, posada entre unas rocas y mecida por la luna, contaban, horrorizados, que en sus ojos abiertos resplandecía la felicidad que nunca habían visto en su cara cuando vagaba, noche tras noche, por el camino que conduce a la playa.
La ilustración corre a cargo de Aurora Royo Cañadas ¿de donde será?
(+) La forma:
El texto está muy bien escrito, con un bonito lenguaje poético. Quizás, yo cambiaría el verbo elegido en la frase «hortalizas que, esa tarde, había cortado» por otro como «cogido, recolectado, recogido»; en este último caso, habría entonces que sustituir «recoger» el ganado por «guardar», por ejemplo.
La historia está narrada con mimo, con elegancia, con lentitud, en perfecta consonancia con lo que cuenta, de modo que la lectura fluye igual que las olas del mar.
La verdad es que el «tono» y el «ritmo» (apropiadísimos) de este relato son maravillosos.
(-) El nudo:
Lo que trata de contar queda confuso durante el desarrollo. No se entiende con claridad lo que sucede. ¿Sesenta años atrás? Entonces, se trata de una mujer muy mayor. ¿Se va a quedar embarazada a su edad? ¿Del fantasma ahogado de su antiguo prometido? Si eso puede ser, ¿por qué ha esperado tanto tiempo?
Quizás la explicación resida en que no es una mujer, se puede tratar de una hembra de una especie (no voy a decir sirena) en la que sea posible concebir a una edad tan avanzada, ¡sabiendo además que va a ser niña!, y para quien un retal, un pedazo de madera, el cabo de una cuerda, sean tesoros que sirvan a la hora de casarse.
Quiero decir que todo esto no me cuadra nada si la protagonista es una mujer normal y corriente. Y si no lo es, debería quedar mejor definido.
(+) Es en el desenlace donde se puede deducir la verdad.
Es un final sugerente que conduce al lector a una conclusión sorprendente: Elvira es una anciana que se mete en el mar (y se ahoga, lógicamente) para cumplir un sueño que es solo producto de su imaginación, de su locura de eterna enamorada. Sesenta años antes su prometido murió ahogado en el mar y ella se ha pasado toda la vida soñando con él y con la niña que podrían haber tenido; imaginándose con esa hija, con los nietos, la casa; añorando la vida maravillosa que pudieron tener y no tuvieron… Este día, por fin, decide internarse en el mar, al reencuentro con su amado, con el propósito y la ilusión de hacer el amor con él y concebir esa niña deseada, y lo hace sintiéndose tranquila y feliz.
Creo que se trata de una historia realmente preciosa. Un amor eterno, una mujer que ha seguido amando y soñando durante toda su vida. Una mujer loca de amor, fiel a su amado para siempre, que decide su propia muerte (¡al final de esos tristes y solitarios sesenta años!) y la afronta creyendo que, en lugar de morir, va a iniciar una nueva vida, la que soñaba mientras vivía su penosa vida real. Y me llama muchísimo la atención –y me parece muy original– que la vida feliz que Elvira ansía no incluya a su prometido, sino solo a su hija y a sus nietos. Es decir, esta mujer puede aceptar la pérdida de su amado y resignarse, sólo a cambio de tener una hija y unos nietos, que serían su único consuelo y le darían la felicidad.
Este relato describe de una manera extraordinaria el amor con mayúsculas. Ese que nunca se olvida. Sin el que no hay vida. El que supone esperar, en soledad, hasta que llega la propia muerte, que no es muerte, sino esperanza y resurrección.
(+) La historia en sí misma es bonita; una historia de nostalgia y tristeza, de una vida consumida por la pobreza, la autocompasión y la espera.
(+) Me gusta la referencia a las leiras. Me sitúa en una aldea de pescadores de Galicia, con economía de subsistencia, casita con huertito para la esposa, pesca para el marido. Olor a sal y niebla invernal. Muy bonito.
(+) Me gusta también el uso que se ha dado a las comas. Considero que se han colocado las justas y precisas en los lugares adecuados. A excepción de una: creo que sobra la que va después de jergón.
(+) El inicio del relato es prometedor y el primer párrafo contiene imágenes muy nítidas y evocadoras. Sin embargo,
(-) el segundo párrafo flojea. La referencia a la devolución de Elvira a los tres días no tiene ninguna justificación. Podía haber sido devuelta a los dos, al día siguiente, a una semana… en cualquier caso, devuelta por la mar, si han pasado tres días, resulta altamente improbable que sus ojos abiertos reflejen ningún tipo de emoción, puesto que después de tanto tiempo en el agua, lo más normal es que no quedase ningún rastro de ojos, y mucho menos repletos de felicidad.
(-) en el caso de que los ojos de Elvira siguiesen en su sitio y abiertos, si en ellos resplandecía la felicidad, no alcanzo a entender el motivo por el que los que la encontraron contaban tal hecho “horrorizados”, puesto que ver la felicidad en los ojos de alguien, aunque ese alguien sea una difunta ahogada, no debería de causar horror.
Podría entender que contasen tristes o llenos de lástima (dado que los que la encontraron parecen conocer bien su historia) que por fin, después de una vida de sufrimiento, sus ojos pareciesen alegres.
(-) esta última referencia a su felicidad parece querer indicar que Elvira se ha reencontrado con su prometido, y que esa era su intención al adentrarse en el mar, en su busca, pero…
(-) esa intencionalidad que se deduce de la última frase del primer párrafo choca con la de que dice que iba a al playa “a recibir lo que ansiaba” y “que iba a concebir esa noche”, porque eso parece indicar que va a la playa a encontrarse con un amante furtivo. Si para eso ha de adentrarse en las olas, tal y como lleva haciendo noche tras noche, ya se habría ahogado hace tiempo, así que aunque la imagen es poética, también resulta incoherente, a no ser que esa noche sea una noche especial por algún motivo, lo que no se deja ver en el relato.
(-) “posada entre las rocas” da la sensación de que se ha acomodado por si misma, lo que no puede ser si el mar la ha devuelto después de tres días. “Posada” me sobra.
(-) “mecida por la luna” no puede ser. La luna no puede mecer a nadie y menos si está “posada” ya que “posada” indica que está quieta. Expresión poco adecuada para mi gusto.
(-) El título. Sin más. Las nueve olas. Podían ser nueve, diez o veinticinco. No hay ningún motivo para que sean nueve. Podía ser cualquier otro título. En realidad, a lo largo del texto nada nos dirige al título. Así que encuentro que el autor o autora ha puesto ese título por pone alguno, sin darle ninguna trascendencia. Cualquier otro podría ser más adecuado.
Argumento:
Galicia.
Sesenta años de soledad y locura tras la muerte de su prometido.
Sesenta años acumulando inútiles objetos dentro de un jergón, para una hija que jamás nacerá.
Y, con la muerte… al fin la paz.
Análisis.
Desde la primera frase, el autor nos ubica en el epicentro de una estampa rural.
El uso del adjetivo «estéril» no es aleatorio en absoluto y refuerza su función informativa dentro del organigrama general.
-«Dejando la tenue luz de la aldea a su espalda…»
Más allá de transmitir información con una innegable carga poética, también ralentiza la acción y su lectura. Asimismo, el uso excesivo del artículo «la» (la huerta, la tenue, la aldea, la playa) dibuja una cadencia un tanto monótona.
-«Bajo el jergón, atesoraba cualquier cosa…». Suele decirse que el uso de las comas está, en ocasiones, sujeto al libre albedrío del autor. Aquí, desde mi punto de vista, la coma sobra totalmente.
-«Se veía feliz con su hija y sus nietos. Cumplida la medianoche…». El texto, el cambio de escenario, el sentido del ritmo, todos ellos piden un punto y aparte, no punto y seguido.
-«Los que la encontraron, posada…» El verbo «posar» (en sus diversas acepciones) no es el más adecuado dentro de la escena descrita.
Al margen de esos pequeños detalles, el texto posee una calidad media-alta.
Título.
«O mar tamén ten amores, o mar tamén ten muller». La cantiga popular gallega hunde sus raíces en una vieja tradición que tiene su principal escenario en la playa de A Lanzada: la del ritual indicativo de la fecundidad. Como dice el antropólogo Xosé Ramón Mariño, no se trata de creer que el mar tenga propiedades fecundadoras, sino de echar mano de antiguas reminiscencias, que datan ya de la mitología griega, y en concreto, de la Diosa Venus. Venus es la concha y el sexo femenino. La playa tiene forma de concha y el mar, con su fuerza, penetra en la arena, de tal manera que «a escuma ven a ser o semen», indica el profesor. Para completar el atrezo, falta la simbología asociada al número nueve y, en general, a los números impares, que van unidos a tradiciones gallegas. Y ya tenemos el cocktail perfecto para poner en práctica un ritual que muchas mujeres llevan a cabo el último fin de semana de agosto, el baño de las nueve olas que realizan a medianoche para quedarse embarazadas.
Resumen: Apropiado, poético y perfecto. Gran título.
Quisiera intervenir simplemente para dejar un apunte a nuestros lectores, como veréis entre nuestros opinadores hay discrepancias sobre el título. A muchos lectores les habrá ocurrido como a Y, que no le ven el sentido, y tras leer a Z les parezca que sí, que Mister Z lleva toda la razón.
Bueno, es que al margen de los conocimientos de cada uno, no es lo mismo tener un mes para leer y degustar un texto (e investigar sobre lo que nos cuenta) para hacerle un comentario en el Microscopio que tener que leerse 100 cuentos en una semana como, por ejemplo, en tantos concursos de micros.
Por tanto, quiero decir que, además de la subjetividad de cada lector, cuando escribimos un texto para un concurso debemos tener en mente estos factores, posiblemente este maravilloso texto pasase desapercibido en un concurso masificado, menos mal que ha llegado a nuestro espacio!!!!
Llevas toda la razón Mel, en mi primera lectura muchas de las referencias del relato no tenían sentido, y ha sido gracias a X, Y, y sobre todo Z que las he podido entender. ¿Investigamos tanto para disfrutar la lectura de un texto? Yo sin duda no. Para una novela quizá si busco referencias, información adicional, datos que me faltan mientras la leo o al terminarla, pero para un micro es muy difícil que lo haga porque la lectura es más rápida y el número a leer mayor. Encuentro que ese es el principal fallo de este micro, que da por sentado que conocemos todo aquello a lo que hace referencia, y sin embargo, entendido o no en todo su sentido, es un hermosísimo texto. Felicidades al autor@.
Muchas gracias, Reve, por tu lectura y palabras. Me alegra que te haya gustado. Saludos.
Me ha gustado mucho este relato. Es triste y poético. Tiene un tempo lento muy bien logrado y acorde con lo que se desea contar. Está basado en una leyenda gallega que da mucho juego para desarrollar la imaginación. La protagonista se vuelve loca por sentirse incompleta, al no poder tener hijos. Un gran relato, sin duda.
Respecto a la foto, si me lo permitís, pienso que sería más adecuada una de una playa, por la historia que se cuenta.
Abrazos.
Bueno, María José, debo decir que Aurora me pasó varias fotos de su viaje por las Azores y fui yo quien escogí la foto con premeditación, ya que para mi tiene más fuerza el que el mar la devolviese y la posase sobre una roca (metáfora, creo, que que vuelve a renacer en paz) que una imagen de la playa donde deambulaba noche tras noche. Me gusta esa foto donde las rocas atrapan un pedacito de mar y queda en calma. Creo que haber puesto una foto de olas o playa era facilón, pero, como todo, para gustos. Gracias por tu opinión.
Muchas gracias, María José. Me emociona leer tus amables palabras. Saludos.
Mel, lo has razonado tan bien que me has convencido. Una foto de rocas tiene más fuerza que la de una playa, desde luego. Sea como sea, eso es anecdótico. Lo importante es que el autor o autora del micro ha escrito un relato maravilloso y muy bien estructurado. Leerlo es un verdadero placer.
Un abrazo fuerte.
Precioso relato y muy bien traído el título.
Es la «Penélope» de Serrat hecha microrrelato.
Deseos de mujer no realizada, con fantasías de futuro familiar, ¡qué humanidad rezuma!!!
Felicidades, me ha encantado
Muchas gracias, Cari, por lo de precioso. Creo que te pasas un poco comparando el texto con una gran canción de la edad de oro de Serrat. Un saludo.
Unas horas antes de lo previsto, me presento. Soy el autor del relato. Gracias a Aurora por su hermosa foto y a Gina por su magnífica elección musical. Por supuesto, mi agradecimiento a Mel , aunque es posible que no tenga alforjas lo suficientemente grandes como para albergar tantas gracias como solemos darle.
Para la anterior propuesta de ENTC, dedicada a la mujer rural, pensé en un microrrelato que mostrara alguna tradición gallega o, por qué no, alguno de sus tópicos un tanto arcaicos y exagerados: tristeza, fatalidad, abandono, atavismo… Con “La dama del pazo”, que es el que envié finalmente, traté de presentar esos tópicos con una prosa rebuscada pero que, paradójicamente, permitiera acelerar su lectura. Con “Las nueve olas” pretendí lo contrario, dándole un tono más moroso y levemente poético. Sus estructuras y desarrollo son parecidos y sus finales, casi idénticos. Tras participar como opinante en el pasado Microscopio, Mel me propuso hacerlo como escritor. Acepté. Este último texto me pareció adecuado para ello.
Agradezco mucho la lectura y apreciaciones de X, Y y Z. Me emociona y alegra leer vuestras opiniones positivas, aun así, me gustaría hacer unos comentarios sobre algunos de los puntos negativos que, para mi mal, destacáis.
Es un texto que trata de recrear de forma poética una de tantas tradiciones gallegas, en este caso, aún vigente.
Me decís que después de “jergón” no debe ir una coma. Seguramente sea así, pero me sonaba bien el efecto que deja una parada tras esa palabra, al leerlo en voz alta y, además, trataba de jugar con la idea de que, en su locura, la protagonista pudiera esconderse bajo la cama para “acariñar” las minucias que iba atesorando. Ya sé que Elvira es una anciana, pero alguna vez fue joven.
Comentáis también el uso de “posada entre unas rocas”. No quise escribir “arrojada”, tópico y agresivo, ni “depositada”, por ejemplo. Mi idea era indicar que las olas la habían posado, delicadamente, entre esas rocas.
Creo que el mar devuelve los cuerpos a partir de una semana o puede que algo más. Tres días me sonaba bien, además de ser impar, y pienso que no da tiempo a que se deteriore demasiado un cadáver.
“Mecida por la luna” me resulta poético y coherente en un texto que no pretende ser totalmente “realista”. De todas formas, la tradición nos habla de una piedra en forma de cuna y la luna se supone que influye en el movimiento del mar. Elvira está entre unas rocas y parece lógico que parte de su cuerpo permanezca aún en el agua y sea acariciado por las olas. Así, también señalo que es de noche y que, tal vez, las cosas no sean lo que parecen, relacionado con lo que creen ver los que vagan a esas horas por la playa.
Sobre el título, para mí, no cabe otro.
No me extiendo más. Gracias a todos.
Pues yo también me descubro. Soy Y y soy una ignorante. Me di cuenta al leer el comentario de Z. No tenía ni idea del ritual de las nueve olas y es cierto que, una vez sabido, el texto gana mucho, es decir, gana todo. Como dije desde un principio me parece una historia preciosa. Ahora me gusta mucho más.
También he de decir que estoy de acuerdo con lo que comentaba Mel de que en un relato breve como este el lector tiene que captar el sentido en esas pocas palabras, sin tener que recurrir a investigar sobre el contenido del mismo.
Entiendo el sentido de «posada» y de «mecida» y entiendo la intención poética de tales expresiones. No obstante, sigo pensando que se pueden sustituir por otras, lo que no quita, que ¡ojala algún día consiga escribir algo parecido a este relato tuyo!
Un placer, Jesus.
Un besote.
Ay!, ves, tanto criticar… me sobra una coma después de quita. 🙂
Y por supuesto, si, claro, no cabe otro título, tiene que ser el mismo que el del ritual, pero es que yo soy una ignorantaaaaaa!! Poco a poco, tened paciencia…
Otro besote.
Supongo que lo de ignorante lo dices en broma. Aun así, no lo digas más, puesto que ni por asomo es cierto. Te agradezco mucho tus comentarios, aunque no puedo negar que al leerlos por primera vez me «dolieron» un poquito. Como pasa tantas veces, nos quedamos con lo último que vemos u oímos. Tú, al principio dices que es una historia bonita, que te gusta el uso de las comas, que las imágenes son evocadoras, pero tras la lectura completa del comenatario uno se queda con lo que sigue, que es «negativo». Bueno, espero no haberlo estropeado. Muchas gracias, Aurora.
Es un hermoso texto escrito por un gallego para los gallegos. Al menos, así lo he recibido yo, como un regalo personal. Desde la primera lectura, una palabra clave me situó en el mapa: “leiras”. Después, enseguida me dejé llevar por el aire poético hasta la brava playa de A Lanzada.
Muchas gracias, Edita, por leer y comentar. Como curiosidad, en la primera versión, que publicaron en La Voz de Galicia, puse jardín. Lo cambié por «leiras» para emviarlo al Microscopio. Un saludo.
Z.
Gracias, Modes.