28. Miénteme bien
Me dijo: “Yo lo que no soporto es la mentira. Si me pones los cuernos, prefiero saberlo. Me lo dices, lo hablamos y si es posible se arregla. Pero la mentira no. Eso sí que no podría tolerarlo.”
Y después de un tiempo, como ya sabíamos los dos desde un principio, le fui infiel con una rubia explosiva que se cruzó en mi camino. Nada, una aventurilla sin importancia. No era necesario contarlo porque no significaba absolutamente nada para mí ni cambiaba lo que sentía por mi chica. Así que me callé. Y supongo que ella, que es muy lista y muy intuitiva, sospechaba algo, pero se aferraba al hecho de que yo nunca le mentiría.
Un día, alguien le fue con el cuento. Que si me habían visto. Que sí, que sí, que era yo. Con una rubia explosiva. Ella quería más pruebas. Y al final, “bueno, seguro seguro… A mí me pareció que era él pero…”
Me lo preguntó directamente: “Te dije que lo único que no soportaba era la mentira”.
Y yo lo negué todo mirándola a los ojos.
Mentí.
Ella se mintió a sí misma.
“Vale, te creo”, me mintió también a mí.
“Yo nunca te engañaría”. Le mentí, Y me mentí, por alusiones.
Y todo siguió su curso como si nada.
Él hizo lo contrario de lo que predicaba: fue infiel. Ella no cumplió con sus tajantes y repetidas afirmaciones. Mentira sobre mentira y todos mienten estupendamente, para que todo siga igual y nada cambie, porque es lo más cómodo. Principios de boquilla que caen cuando se ponen a prueba, que demuestran ser de cartón piedra.
Un relato sobre una incongruencia sutil entre palabras y hechos.
Un abrazo y suerte, Marta
Primer curso del grado superior de infidelidad: negar, negar y negar. El segundo ya consiste en echarle la culpa al que desconfía. En este caso, él miente por cobardía y ella por supervivencia. Igual repiten curso.
Una pareja rodeada de mentiras. Ahora son estas, luego las otras. Una relación con pies de barro, pienso yo.
Mala cosa! Transmites bien las interacciones de los dos negando la evidencia.