30. MIS OLAS DE CALOR
Hace unos meses, mi médico me aconsejó iniciarme en la meditación de atención plena para no medicarme, así que diariamente miro hacia mi interior mañana, tarde y noche.
En la oficina, hago bajar la temperatura ambiente y mi joven compañera, Eva, lo soporta estoicamente con rebequitas de distintos colores colgadas en el perchero, imaginándose en tiempo venidero. Yo, voy eliminando mis capas de prendas de algodón superpuestas y ya humedecidas; parece que juego con ellas constantemente a aquello de “alirongo, alirongo, alirongo…la chaqueta me la quito y me la pongo”; menos mal que la experiencia es una gran aliada y he conseguido una velocidad máxima, sin importar si estoy gestionando la base de datos o atendiendo a un cliente (las señoras me miran compasivas, ellos me miran ignorantes).
En el restaurante, nunca-jamás elijo platos picantes porque sólo con su aroma, mi cara empieza a enrojecer y a expulsar esa secreción cuesta abajo hacia mi cuello, colándose de manera irrefrenable por mi escote, antes sensual y placentero, ahora destilando y humedeciéndome con algo que no es sudor.
Por fin, me he comprado un ventilador portátil muy silencioso y cómodo, de color rosa, que se ha convertido en mi mejor aliado.
A grandes males, grandes remedios. Tu protagonista, ante una situación externa adversa, comienza preparándose internamente, luego prueba varias técnicas, hasta llegar al socorrido ventilador.
Un relato que, a partir de experiencias sencillas y cotidianas, demuestra que el ser humano conoce la prueba y el error, y que sabe buscar recursos.
Un abrazo y suerte, Isabel
Mira que son incómodas esas olas de calor. Por suerte, el tiempo también las cura…
Un abrazo y suerte, Cristina.
Qué bien contada esa etapa en la vida de la mayoría de mujeres, durante la que tiene (o tenemos) que soportar y sufrir los sofocos. ¡Enhorabuena, Isabel!
Qué bien relatas las estrategias de tu protagonista para combatir eso de los que los hombres podemos darnos el lujo de ser ignorantes, mi estimada Isabel. Pero finalmente encuentra la solución, y de color rosa, todo un símbolo del tema.
Suerte y un abrazo.
Gracias a todos por leer y sobre todo por comentar estas calores que llegan independientemente de la estación del año en la que estemos. Como bien comentas, Jorge, quise hacerle un guiño al color rosa así como también al nombre de la compañera, Eva , porque esto nos sucede desde el principio de todos los principios.
Un saludo. Nos leemos