56. MITOS A LA FUGA
Acurrucado, seco y planchado el trébol de cuatro hojas permanecía olvidado entre “Cinco horas con Mario”. Éste había sido uno de los libros obligados de la asignatura de literatura, un clásico. Carmen esa alumna cumplidora pero no entusiasta lo leyó porque tenía que hacerlo y punto. Quedó impactada por la fiesta que se organizaba en el velatorio, porque esa viuda hablase y hablase sin parar reprochándole a su difunto no sé cuántas cosas y sobre todo por intuir que más que ante la pérdida de un ser querido esa señora estaba frente a un alivio camuflado por el luto. La adolescente no podía concebir que si se hubiese muerto su padre, su madre no derramase por él lágrimas sentidas y eternas. Le quedó una resaca tan grande que, diez años más tarde, volvió a abrir el libro para releerlo. Ahora lo entendió mucho mejor: el abismo de pensamiento de la pareja había acabado quemando su amor y aledaños. Ya cerca del final encontró el trébol y comprobó que no era el de la suerte sino el trébol foráneo o artificial que por aquel entonces llenaba los campos y todos, sin excepción, tenían más de tres hojas.
Hermanita, no está bien eso de hacerme competencia. 🙂 Y además no arrancas mal, no. Y citando un libro precioso de Delibes, mi autor preferido. Cría cuervos…
Sabes que a ti, mi maestra, no podré hacerte la competencia: si yo ando tú también y me será imposible darte alcance.
Bueno, bueno, bueno… ¡Cómo te pasas! Pero que bien te ha quedado. Sigue así. .-)
Barrunto que andarás muy arriba con tu relato. Ya lo verás. Muy bueno. Mucha suerte 🙂
Muchas gracias. Mi inexperiencia por estos lares me hace ver que mi objetivo no puede ser competir. El simple hecho de que lo hayas leído me satisface enormemente. Si te ha gustado, mucho más.
M. CARMEN, si la revision de las cosas y las situaciones no sorprende y enseña otros matices. Bien contado. Suerte y saludos
Gracias a ti por leerlo y comentarlo