74. Mitos, complejos y princesas Disney
Logan ha muerto. Su cuerpo pétreo yace sobre una losa de mármol verde. A su alrededor, cientos de jóvenes le lloran. A sus veintiún años se había convertido en el novio de América. Su padre, embutido en un traje negro que acrecienta su gordura, mira al suelo. El silencio es tan grande que se escucha el sonido de sus lágrimas al alcanzar la tierra ocre sobre la que se erige el cementerio. Llama la atención el vestido de raso estampado de su madre, su acabado de alto vuelo, su sombrero Derby de Kentucky. Una sonrisa intrusa se dibuja en su rostro mientras se suelta del brazo de su último amante para acercarse al cuerpo desnudo de su hijo, para sellar sus labios con los suyos. Así lo dispuso él en su nota de suicidio. Así imaginaba a las princesas emponzoñadas de los cuentos: tendidas, sin ropa, sin esperar si quiera que un beso milagroso rompiera su letargo. Eternas. Sus miembros de Apolo recobran el color, se desperezan sus atributos, sus ojos se abren. Un murmullo de abejas resquebraja el duelo, un unicornio alado aterriza al lado del cadáver, un rastro de plata se desliza por uno de sus muslos.
En un mundo en el no hay nada que no se ponga en entredicho, o se actualice, porque todo está ya inventado, un príncipe azul actual podría ser tu protagonista, triunfador, guapo y, claro, americano. En una sociedad igualitaria el papel de personaje bello, postrado y a la espera de rescate podría ser masculino, quién dice que no. Ignoramos si el unicornio volador viene para llevárselo a un mundo eterno, o que ha resucitado, como en los cuentos, para reincorporarse a la vida. El caso es que la fantasía y la imaginación, aliadas con el buen contar, triunfan en tu relato.
Un abrazo y suerte, Juancho
Muchas gracias, Ángel, por la lectura y por tu comentario. Ya sabes, «Vive rápido, muere joven y haz un bonito cadáver». Algo así debía pensar el protagonista de este micro. Lo demás tal vez pertenezca al mundo de los sueños, sus anhelos, sus carencias. Parecía tenerlo todo y sin embargo decide prescindir de ello. Quién sabe si no era eso lo que buscaba o decide acabar precipitadamente por miedo a perderlo. Uf, creo que estoy explicando el micro…
Un abrazo, Ángel, por tu infinita generosidad!!