37. Mme. Eugénie
Cuando Madame Eugénie se levanta de su silla en la terraza del Flora, ni siquiera el estridente arrastrar del metal sobre el embaldosado suelo, hace que los demás clientes se inmuten, quienes acomodados en ese hueco privilegiado de la plaza mayor, absorben cada milímetro de rayo solar.
Madame Eugénie, podría escapar a la atención de todos. Cada día, como porcelana, envuelta en elegantes ropas y joyas, zapatos de medio tacón, sombrero y bolso a juego, baja a las diez y tras su paseo matinal, para en la cafetería, ocupando la misma mesa de la esquina, se pide un chocolate y un trozo de su bizcocho favorito. Pasantes, entran y salen, la saludan. Los de mayor edad se detienen junto a su mesa e intercambian unas palabras con ella. La conocen del pueblo, de toda la vida, pero nadie sabe del cierto quién es o de dónde viene. Apodada ¨la ida¨, ¨la rica¨ e Incluso la nombran descendiente directa de Fokke capitán del ¨holandés errante¨, aunque viéndola de cerca, tanta dulzura y amabilidad en su mirada, genera dudas de que pueda provenir de tal fantasmagórico linaje.
Con frecuencia los ojos ven, mientras el entorno maquilla otra realidad.
Interesante tu protagonista: distinguida, elegante y con ese punto de misterio que hace que resulte tan atrayente. Un abrazo, Patricia. Gloria Arcos