27. Modales
Pese a la longitud de la mesa, el eructo logra apagar las velas del elegante candelabro y estrellarse contra el pálido rostro de Lady Gracewell. Ha de saber, querida señora, que en la China, donde tengo negocios, se considera un gesto de buena educación, explicó Sir Cabbage antes de continuar sorbiendo con estrépito el consomé. Al poco, se siente una atronadora flatulencia que obliga a abrir de par en par los enormes ventanales del comedor. Es costumbre entre el pueblo inuit con quien me unen también ciertos asuntos, se justifica el caballero, recolocando sus posaderas en la silla victoriana. Fue tras un generoso trago de Oporto cuando cae desplomado sobre la vajilla de porcelana. Yo, a diferencia de usted, querido señor, me ocupo de los negocios en casa.
Es cierto que lo que en una sociedad son buenos modales, en otra puede ser diferente, lo que no quita que tu protagonista haga un esfuerzo por adaptarse al lugar en el que se encuentra, sin otras justificaciones, por un mínimo de respeto y por aquello de «donde fueres, haz lo que vieres».
Doy por hecho que tu personaje es ficticio, pero también que hay quien no sabe lo que es una disculpa y un propósito de enmienda.
Un abrazo y suerte, Raúl
Me temo que Sir Cabbage se escuda en otras costumbres para ser un auténtico marrano.
Muchas gracias, Ángel.
A todo hay quien gane, según la frase popular. Y esta vez el incorrecto perdió con una jugada mucho más incorrecta que las suyas.