81. Modus operandi
Mentir de manera creíble, en todas sus maneras, resulta aquí esencial. La menor duda puede poner a la víctima en alerta, como un ciervo ante el crujir de una rama seca, por lo que hay que evitar a toda costa que eso ocurra. Se trata a menudo de ocultar tus intenciones del modo más natural, de dominar el arte del disfraz, de aparentar ser lo que no eres, de esconder el golpe hasta el momento oportuno; unos fundamentos aplicables en cualquier plan, sea cual sea la clase de estrategia elegida.
Un tipo llama a una puerta y se presenta a su propietaria como el nuevo vecino. Dice haber perdido las llaves y el teléfono, razón por la que no puede entrar en casa. Todo en él resulta amable, y la mujer lo deja pasar para que haga las llamadas oportunas. Ya en el comedor, mientras finge hablar con un cerrajero, su mano empuña un arma blanca dentro del bolsillo. En la tele, el locutor del noticiario informa de que el célebre Descuartizador de Ancianas lleva días fugado. Una sombra se cierne a su espalda cuando la misma voz advierte de la presencia en la ciudad de la letal Viuda Negra.
El amable vecino resultó lo contrario, pero la entrañable abuelita no era mejor. Mentira por mentira, «modus operandi» para matar o morir, como en la naturaleza, solo que en ella los animales matan por necesidad, mientras que los humanos somos más complejos y retorcidos, pero también astutos.
Un relato con un primer párrafo que pone en situación, rematado por otro que sobrecoge primero y sorprende después. Cuántas emociones sin necesidad de demasiadas palabras. Queda cierta sensación de alivio ante la supresión de un depredador taimado, y el temor, que no es menor, de que hay otro (más bien otra) suelto, con la televisión como fuente de información tan inesperada como necesaria.
Un abrazo y suerte, Enrique
Muchas gracias, Ángel. Precisamente, para escribirlo, me estuve informando por ahí sobre tácticas de caza de los depredadores (tan estudiadas por el hombre en sus particulares cacerías, aunque, como bien dices, a este lo muevan razones muy diferentes), y opté por dejar para el final la de las arañas. Y es verdad que es una historia en la que nadie parece bueno del todo. Me alegra saber que te haya despertado esas emociones, como también me gusta la precisión felina con la que has trazado tu comentario, jajaja. Un abrazo.
Un relato redondo, Henry. Como bien dice el Maestro Ángel, con un primer párrafo que pone en situación y con otro que prepara la acción y culmina con un golpe de efecto final digno de ti.
Tu virtud es la capacidad que tienes de contar historias con esa sencillez y maestría que tienes a la hora de narrar y contarnos una historia que nos va encaminado suavemente a un final sublime.
Un relatazo, amigo mío.
Me da un poco vergüenza comentar después del Maestro pero no me quería quedar con las ganas de decirte lo que te he dicho.
Abrazo, Henry. Y suerte con él.
Muchas gracias, Paul. No sé por qué tiendo a usar dos párrafos en las propuestas de ENTC, aunque quizá sea esta extensión de 200 palabras lo que me condiciona. Con todo, es un relato que me ha costado sacar adelante por diferentes motivos, uno de ellos el de tratar de esconder ese último giro, que me sorprende que os haya sorprendido. Me alegra que te haya gustado. Que lo digas usando palabras como maestría, sublime y otros conceptos parecidos tiene gracia, jajajaj. Sí que estoy de acuerdo con todos los piropos que se le puedan hacer a nuestro querido Ángel. Un abrazo.
¡Jajaja! Pablo, si tienes reparos en comentar después de Ángel, te vas a quedar en ayunas, que este hombre llega a todo y, casi siempre, el primero.
Menudo relatazo te has marcado, Enrique. Tras ese primer párrafo que va metiendo en el cuerpo del lector la certeza de que algo siniestro está a punto de ocurrir, el segundo en el que se ve venir claramente el desastre; y justo cuando una piensa «¡lo sabía! ¡me lo estaba viendo venir!», tan contenta por haber acertado, vas tú y asestas el golpe mortal con la última frase, cazando al cazador y dejando al lector con la boca abierta y un palmo de narices. Toma, por confiado.
Abrazotes.
Muchas gracias, Ana María. Me alegra todo lo que dices sobre el relato, aunque, como le digo a Pablo, me sorprende que os haya cogido de sorpresa, con la de tiros pegados que tenemos todos en esto, jajaja. Sí es verdad que lo he intentado y que me ha costado que todo guardara algún sentido. Aprovecho para felicitarte una vez más por todos tus éxitos literarios, campeona. Un abrazo.
Todo un prodigio de estructura. Suspense de alto voltaje con un juego de espejos que sorprende al lector. Saludos y suerte.
Muchas gracias, Antonio. Eres muy amable y generoso en lo que dices. Me alegra todo, aunque especialmente lo del suspense, porque de tanto manosear el relato el día antes de colgarlo empezaba a verle cara de víctima al visitante desde la primera escena. Un abrazo.
Tal para cual esas dos joyitas. “esconder el golpe hasta el momento oportuno” Eso es lo que has hecho tú con maestría, engañándonos con toda la naturalidad del mundo, con premeditación y alevosía. Bravo.
Muchas gracias, Edita. Me alegran mucho esas acusaciones, jajaja, y confieso además que en su mayor parte lo escribí de noche. Lo malo de estos relatos es que se vea venir el desenlace, y la verdad es lo colgué con esa sensación. Así que más contento después de vuestros comentarios. Un abrazo.
Una tremenda casualidad. Juntar a los dos asesinos en la misma escena es letal!
Quedará alguno vivo? Sospecho que no, el micro se queda abierto para que podamos recrear la cruenta escena final.
Mejor dejarlo para otro momento, tanta sangre me marea.
Muchas gracias, Rosa. Pues sí que ha tenido que ser la casualidad. Sólo sabemos de ellos su forma de actuar, pero nada de las razones que los mueven y menos aún de por qué han coincidido. Tampoco sé yo en qué termina la cosa, aunque sí que parece que en esa situación ella sabe más que él. Un abrazo.