58. Molinos manchegos
Una densa niebla había secuestrado el paisaje: ¡no podía ver mis viñas! Mientras el sol buscaba los campos, yo disfrutaba un delicioso vino manchego. Gota a gota, trazo a trazo, se dibujaban las vides. Bulliciosos y alegres cantaban los vendimiadores, mientras los racimos caían en sus hábiles manos. De súbito ,aparecieron negras nubes que lloraron su rabia sobre las cuarteadas tierras. Surgieron charcos: lagos cuyas aguas engendraron vida. Niños y niñas reinaban en mi finca. La tormenta fusionó los tiempos: jugué con mis abuelos y con mis nietos ,hasta que ,,, apareció el ejército. Eran muchos soldados, hombres y mujeres de diferentes razas y edades. Todos vestían el uniforme de Quijote: «lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor».
Apuré la copa y mis ojos ocultaron la realidad, oí aquella maldición: «Su ceguera es irreversible». Y sonreí, porque aún existen Quijotes: los investigadores que luchan por nuestra salud. Muchos trabajan en precario, sin estabilidad, desoyendo las sensatas voces de padres y amigos: « Busca otro trabajo>. Y ellos contestan: «No son gigantes, son molinos».
Por suerte hay personas con vocación y generosas que, pudiendo buscarse el sustento de una manera más segura y plácida, eligen asumir el reto de negar lo que parece imposible y no rendirse. Severo Ochoa dijo que «investigar en España es llorar». Bravo por esos quijotes que son esperanza de quienes mo se resignan a abandonarse a la fatalidad.
Un saludo y suerte, Victoria
Muriel, coincido con Ángel en sus apreciaciones respecto al abandono de gran parte de la investigación por parte de los poderes públicos. Muchos investigadores tienen que abandonar el país para seguir trabajando en condiciones. Son quijotes de la ciencia.
Un abrazo y suerte.