86. Muerte de la joya
Andrea salió del cementerio, repitiéndose, sin darse cuenta, lo que acababa de encontrarse, al girar una esquina, de camino hacia la salida: ‘Lo que eres, fui. Lo que soy, serás’.
Aunque ella, en lugar del cambio de viva a muerta, lo aplicaba al paso de presa a libre, también para su querida Carmen.
No hacía ni dos días que su marido había muerto repentinamente de un aneurisma. El deportista, el triunfador social y empresario de éxito, el hombre culto y sensible que todos apreciaban, se apagó como una vela.
Y Andrea, que a menudo era felicitada por compartir vida con la joya que aparentaba ser Blas, se sintió florecer, como si despertara después de un invierno interminable, triste y oscuro.
Había ido recordando, poco a poco, la persona esencialmente feliz que era ella, antes de descubrir con quién se había casado realmente, y que casi se había desvanecido.
Conteniendo como podía la expresión de su alegría, se felicitó de su suerte, y se propuso un objetivo: sacar de su encierro a su cuñada, que como ella había sufrido largos años la opresión de la bestia.
Se sentó al volante, cerró los ojos, suspiró, y se dijo: ‘lo voy a hacer’.
Gracias por tu comentario Ana
Dos hermanos de éxito que eclipsaban a sus esposas. Ahora la viuda podrá volver a ser lo que era, y animará a su cuñada a que también lo haga.
Mucho mejor aplicar la moraleja en vida!
Saludos.
Carme.
Gracias Carme
federico, triste realidad que solo crea tristeza e hipocresia, Bien contado. Suerte y saludos.
Gracias Calamanda
En el cierre -creo que era una forma de redondear la escena- intento apuntar que partiendo de una realidad triste se abre, o se sugiere, una ventana de esperanza:una nueva vida, y además un propósito claro para vivirla.
Hay muchas cárceles en vida, y hay veces que uno no es capaz de salir de ellas hasta que la vida te ayuda de alguna manera. Tremenda historia la que cuentas. Un relato muy bien llevado bajo mi punta de vista. Mucha suerte 🙂
Muchas gracias Juan Antonio