6. Nadie conoce a nadie
El café está frío. Como el pavo. Como las salchichas que vende el negro Sam en el puesto ambulante de la esquina. Así lo pone en su carromato destartalado, «prueba las salchichas del negro Sam, las mejores de todo Brooklyn». Y las vocea mientras se toca el paquete con su enorme mano de antiguo recolector de los campos de algodón. «¡Charly!», «¡Charly!», me llama cuando paso y el puesto está vacío, sin conocer mi nombre ni mi cara, con la familiaridad de quien abre un agujero en sus recuerdos. Sin saber siquiera si me gustan las salchichas. Entonces dibujo en mi cara una sonrisa alegre de payaso y me excuso con un gesto divertido que provoca en el negro una enorme risotada que me acompaña hasta la cafetería; que persiste entre el ruido de la loza y las comandas; que guarnece el insípido emparedado y endulza cada trago de un café cargado en exceso. Que me aísla, por así decirlo, de la indolencia de los demás clientes. Dejo sobre la barra los sesenta y nueve dimes que me separan de Actlantic Avenue. Todavía no llueve. «¡Charly!,¡Charly!», grita el negro. Y me acerco, ahora sí, a premiar de rodillas su entusiasmo.
Nos introduces, con tus personajes, seguramente «perdidos» pero «entrañables·, en el ambiente puede que un tanto sórdido del diner y sus alrededores. Me resulta bastante sugerente lo de los dimes (a pesar de tantos libros y filmes «americanos» no lo había escuchado nunca, o no lo recuerdo) que lo separaban de Atlantic Aveneu y no digamos lo de premiar de rodillas el entusiamo de Sam. Me gusta tu historia de los que esconden una historia. Suerte, Juancho. UN abrazo.
Gracias por la visita Jesús. Confieso que tampoco yo había escuchado nada sobre los dimes, pero 69 centavos se me hacía demasiado barato, así que busque en san google hasta encontrar otras fracciones de dólar. La imagen es típicamente americana, por lo que resulta difícil salirse de su entorno. El final resulta algo drástico, quizá precipitado, intento ir dejando alguna pista, pero tal vez hubiera necesitado más palabras para terminar de redondearlo. En cualquier caso esta es la apuesta, ya no hay marcha atrás.
Gracias de nuevo, abrzssss!!
No hay nada más impersonal y solitario que, de forma paradójica, un lugar atestado de gente, donde nadie conoce a nadie. Cuantos más somos más aislados estamos y menos queremos mirarnos, no hablamos ya de profundizar En ese ambiente de una gran ciudad a nadie le puede extrañar nada, unas calles que son de todos y de nadie donde hay ofertas de todo tipo.
Un relato en el que bajo la naturalidad que facilita el anonimato urbano se producen pequeñas y grandes historias que , por sorprendentes que puedan ser, a nadie le extrañan, son tan cotidianas como un semáforo o cualquier escaparate. Individuos que no conocen ni su nombre crean vínculos espontáneos en un entorno en el que todo es posible.
Abrazos, Juancho. Suerte
Cada vez más Ángel. Ya casi no vemos más allá de una pantalla de 5′. Son los tiempos que nos ha tocado vivir, aunque la soledad siempre ha estado ahí, como un amigo invisible del que cuesta separarse. Muchas gracias por comentar Ángel, siempre es un placer encontrarte por aquí. Un abrazo fuerte!!!
Juancho, coincido con Angel en todo su comentario, en una gran ciudad podemos ser invisibles, desgraciadamente, para los otros. Bien contado. Suerte y feliz año
Así es Calamanda, muchos se pierden todo lo que somos capaces de dar. También nosotros lo que otros llevan dentro. Cada vez es más difícil establecer lazos, tender puentes, conservar amistades. Gracias por leer y comentar Calamanda!!! Un beso enorme!!!
En la vorágine de la vida, la gente mira cada vez más con los ojos entreabiertos por miedo a crear vínculos. Las emociones están informatizadas y el desapego es ya una epidemia. Me ha gustado mucho el relato, Juancho, pues hace reflexionar sobre la importancia de mirar a nuestro alrededor. Abrazos y suerte.
Así es Salvador, vamos camino de convertirnos en hombres isla. El otro día leí que tenemos tantos estímulos, tantas maneras diferentes para interpretar el ocio, que cada vez se practica menos sexo. Tal vez sea lo que buscan, tal vez haya una mano negra encargada de desactivar nuestras relaciones, de todo tipo, hacernos cada vez más individuos y menos personas. O algo así, jajaja… que se me está empezando a ir la pinza. Muchas gracias Salvador. Un fuerte abrazo!!!
Como tienes por costumbre, esmerado lenguaje para una historia esmerada.
Muchísimas gracias Edita. Es el mejor piropo que mes puedes hacer.
Un beso enorme!!!
Juancho, cuanta soledad entre tanta gente… y a nadie parece importarle.
Muy buen relato. Mucha suerte.
Besos.
Es la sociedad que estamos creando Pilar, cada vez más… Muchísimas gracias!!!
Besossss!!!!