40. Naturaleza Humana
Hacía rato que había pasado el revisor y los dos viajeros reposaban en su compartimento con los brazos enhebrados en el cuerpo del otro, encajados en una confortable somnolencia. Esa pareja había dejado de mirar al paisaje arbolado que cruzaba ante su ventanilla y ahora eran los árboles, como si de un único ser se tratara, los que les contemplaban desde el otro lado, codiciando el sueño que compartían esos humanos móviles, fundidos en un instante extendido. Aunque agradecían la compañía que les ofrecía el bosque, incluso disfrutaban de algún breve contacto con la punta de sus ramas cuando el viento hablaba en voz alta, el anclaje de sus raíces no les permitía moverse, ni buscarse para aprender a amarse.
Dicen que el tiempo se detiene en los vagones de un tren, pero no es cierto, es en el paisaje donde lo hace. A todos esos árboles les fascinaba la naturaleza humana, limitándose a ser testigos del viaje de las emociones tras un cristal que nunca podrían traspasar, pero por el que podían intuirlas; por eso pidieron al tiempo que se detuviera siempre que unos ojos soñadores los observaran desde la ventanilla de algún vagón.
Tendemos a creernos el centro del universo, sin darnos cuenta de que los seres vivos que están a nuestro alrededor, sean de la naturaleza que sean, también pueden tener su particular visión acerca de nosotros. En este innovadora, sin duda, interpretación, la perspectiva del relato es diferente a la habitual, entroncada como está con la creatividad y la fantasía. Tus árboles no solo tienen capacidad de apreciar las emociones humanas, también cuentan con el poder de detener el tiempo cuando detectan unos ojos soñadores, muestra de unos instantes que merecen preservarse.
Un relato muy imaginativo, diferente y de lectura agradable, lleno de mensajes y matices que, sin ser reales, casi lo parecen. Difícil será, cuando salga a la calle y me encuentre algún árbol, no pensar que me observa. Ahora comprendo a esa gente que los abraza.
Hablando de abrazos, aquí te mando uno bien grande, Antonio. Suerte
Una historia de observar y ser observados desde una perspectiva muy ingeniosa. Los árboles y sus deseos de amarse a imagen y semejanza de los humanos a los que miran descaradamente. Y un final redondo. Me encanta. Enhorabuena.