60. NAUFRAGO
Mi cabeza da vueltas miro hacia atrás y lo que era ya no es, intento avanzar y sólo veo ojos que me miran y no se atreven ni a señalarme. Sólo les oigo murmurar a la de unos metros. Intento entender lo que dicen pero no comprendo sus palabras.
Cuando llegué, primero sentí el sabor de la sal en mi lengua, luego trocitos de arena que intentaban romper mis dientes, después una sed desesperante. Me incorporé y comencé a caminar cojeando, pensando que en aquel lugar no podía haber nada peor a todo lo vivido. No podía haber hombres sin rostro ni corazón que irrumpiesen a la noche en tu casa para llevarse todo lo que quieres y dejarte roto. No, en aquel lugar ya no podían hacerme daño porque ya no tengo nada y a la nada nada le duele.
Sigo avanzando por este laberinto de calles en el que no puedo ver el sol aunque sé que se esconde detrás de estas eternas casas. La gente sigue mirando pero nadie me ayuda. Un policía se acerca, forcejeo, su mirada es como la de los hombres sin corazón, un golpe en la cabeza. No hay dolor.
Pobre hombre: salir de Málaga y entrar en Malagón.
Buen relato.
Eider, tu relato me lleva a tantos escenarios. Pienso en tantas circunstancias en las que un hombre puede, efectivamente, romperse. Lo peor, estar desvalido y encontrarse ante gente sin rostro ni corazón que de un solo golpe te pueden quitar lo último que te queda que es la vida. Me has dejado impresionada. Muchas felicidades por este relato tan bien logrado!
Has puesto a tu náufrago al límite. Luego cuando pensaba que estaba a salvo lo has vuelto a hundir en la desesperación. Relato duro y bien contado. Mucha suerte 🙂
Tu naufrago me ha recordado otro relato que he leído hoy, el de María Ordoñez (81). Justamente, a ella le he comentado que este tipo de historias ocurren a ambos lados del charco, lo mismo en la frontera de México que en las playas del sur de Europa.
Fantástico relato, con esas imágenes de «el sabor de la sal», «hombres sin rostro ni corazón», «laberinto de calles», que nos van transmitiendo las sensaciones y las angustias del protagonista. Muy buen trabajo.
Suerte y saludos
En ese momento en el que me enfrenté al laberinto ese hombre perdido y desolado apareció en mi cabeza. Por un momento intenté sentir el horror de saberse perdido. Muchas gracias por los comentarios, todo un lujo y una ilusión leerlos.
Parece que la destrucción estaba clara desde el principio. No hay manera de que se salve. El destino es el destino.
Abrazos y suerte.