68. NERVIOS
Aunque me tome las pastillas a su hora, con exasperante puntualidad, repitiendo el rito de forma monacal, sigo sin poder soportarlos. Ya no le digo nada al doctor ¿Para qué? No creo que pueda subir mucho más la dosis de los tranquilizantes sin dejarme catatónico.
Antes lo había probado todo. Incluso esos potentes narcóticos tan eficaces como ilegales. Pero ahí continuaban, bailando, riendo con estruendosas carcajadas que me rompían los nervios. Haciendo chistes mientras me señalaban con sus quince dedos. Una fiesta para ellos, sin duda.
Pero aquel día no pude más.
Yo no soporto que me molesten en el baño. Y aquella mañana ahí aparecieron gritando, discutiendo sobre algo incomprensible. Intenté echarles pero no pude. Estaba ridículo de pié, con los pantalones a media pierna dando manotazos al aire.
Muy enfadado y cansado me presenté en la Consejería de Educación. Quise retirarme de aquel proyecto “Erasmus Replus” y hacerlo inmediatamente. No podía aguantar más a esos estudiantes bajitos, verdes y de otro mundo que no respetaban nada «¡Que se vayan a un hotel!»; le dije al funcionario. Pero me contestó que eso era imposible, que había firmado un contrato y que de no cumplirlo cometería un importante delito transplanetario.