24. NI 200 PALABRAS MÁS (Juan Manuel Pérez Torres)
Estaba cansada de que cada día amaneciera para mí tan enredado, que el mal humor siempre orbitara sobre mí y que los ámbitos que ocupaba cada instante no fueran, siquiera, hospitalarios. Pero aquella mañana… desperté creativa; al menos, ocurrente. Lo cierto es que durante el rato que estuve en el baño (ducha, peinado, en fin, ya sabes) permanecí callada, no desperdicié ninguna palabra. Ahorré todas mis expresiones. Quiero decir que no guardé solo las palabras, también los gestos y demás señales que representaran un sentimiento, un pensamiento o una idea. Luego, en la cocina, lo pasé todo por el molinillo, lo puse en la cafetera y tras unos minutos, se oyó el esperado silbido del café, que fue lo primero que escuché de buen rollo. Deseché (en silencio todavía) la idea de elegir la de siempre y cogí otra taza, una más apropiada para aquel aventurado desayuno.
Por fin, al inclinar la cafetera para llenar el tazón, vi que lo primero que se vertió fue un asombroso y aromático «buenos días». Al instante noté que los amables gestos flotaban solícitos sobre su rostro y que las letras, libres, poblaban con arábigas volutas nuestros silencios y, felices, nos ofrecían nuevos significados.
Eso sí que es una feliz sorpresa. Levantarse, cambiar de actitud y ver que todo se pone de tu parte.
Dicen que el secreto para que todo cambie, si no estás conforme con tu vida, es cambiar tú para empezar y tu protagonista lo ha entendido muy bien y ha recogido una bella sorpresa inesperada.
Muy bonito. Felicidades.
Buenas noches Juan Manuel.
Para conformar este texto – y su título – me obligué a contar las palabras, y sin embargo en el texto en sí son las palabras las que cuentan. Para la narradora (que dice que se despertó creativa), la ocurrencia de esa mañana hizo coincidir el comienzo de un nuevo día (el desayuno) con la creación de una nueva realidad liberando al lenguaje de rutinas caducas y hostiles, y poblando su universo de nuevos significantes y significados para las palabras. Son las palabras las que cuentan.
Gracias Mercedes.
Suerte con esos coches de choques.
No hay nada mejor que comenzar el día con buena disposición y mejores propósitos, concentrar energías para que ese primer: «Buenos días» propicie que todo marche como la seda. Si empezamos bien hay muchas posibilidades de que no terminemos mal. Es algo tan sencillo que realmente asombra el resultado obtenido.
Un relato que deberíamos tener en la mesilla de noche y leerlo antes de levantarnos, para seguir su espíritu. Seguro que mejor nos iría.
Un abrazo y suerte, Juan Manuel
El agua de la ducha parece haberse llevado también la carga de palabras antiguas, asociadas a una vida gris, y por eso la narradora y protagonista llega después en la cocina a la ceremonia del café envuelta en un silencio virginal, dispuesta a asumir una nueva dimensión cordial para su mundo, e identificando el inicio de un día con el comienzo de un tiempo nuevo. Ella quería que a partir de entonces todo fuera diferente (aquí se simboliza esta epifanía en el acto consciente de elegir otra taza, “más apropiada”) y afronta esa aventura iniciática de forzar un contexto de cordialidad y amabilidad para su vida.
Gracias, Ángel.
Espero que tu relato no te obligue a buscar ese tipo de éxito. Tú ya tienes suficiente éxito sin sangre de por medio. Un abrazo.