21, NI CROMOS, NI SELLOS, NI MARIPOSAS
Cuando naces pobre y asumes que lo serás durante toda tu vida apenas encuentras qué coleccionar. De pequeño, mientras otros niños intercambiaban cromos de futbolistas o de Vida y Color, iba de corrillo en corrillo y observaba su sonrisa hasta hacer mía la ilusión que sentían al conseguir un cromo nuevo. Por eso decidí coleccionar sonrisas.
Después de tanto tiempo sospecho que nadie posee una colección como la mía, incluso conservo algunas repetidas, las tengo sinceras, amables, desinteresadas, compasivas, fraternales, espontáneas, hipócritas, y un montón de indiferentes.
Pero la que conseguí hace tiempo, mientras pedía limosna en la boca del metro, justo cuando ella depositó una moneda a mis pies, aquella mueca cautivadora que ni siquiera perduró un aliento enseguida se convirtió en el tesoro más valioso de la colección.
Una sonrisa tiene siempre un efecto mágico, no solo en los demás, también en nosotros mismos. Es capaz de cambiar la apreciación que tenemos de una persona con un gesto que apenas precisa unos segundos. Si somos nosotros quienes la ponemos en práctica cambiamos también nuestra manera de ver el mundo, aplicamos un barniz que lo vuelve todo más amable, que relativiza seriedades y tragedias.
Tu protagonista, un auténtico experto en la materia, ha sabido valorar mejor que nadie la sonrisa más especial de todas, que atesora en un lugar de honor en esa colección particular, a la vez que diferente, de las cosas que realmente importan. Es pobre, pero tiene una joya que nadie podrá arrebatarle nunca.
Un abrazo, Ton. Suerte