21. NO CULPO A LA TORMENTA
Recuerdo que aquella noche llovía copiosamente. Las previsiones meteorológicas eran poco alentadoras, pese a lo cual papá no canceló su viaje a Montpellier. Según nos contó, tenía que entregar el cargamento de acero al día siguiente si quería conservar el puesto de trabajo. Y es que, por circunstancias ajenas a su voluntad, el expediente laboral de Antonio “ Risas” ya contaba con ciertas manchas. Desde que entró a trabajar en la empresa, le llovían las críticas por su excesivo celo a la hora de preparar las cargas. Los jefes le achacaban retrasos; preferían cumplir a rajatabla los tiempos, aun a riesgo de perder material por el camino, al no ir bien acoplado en el camión.
Tras la cena, un breve descanso y numerosos besos de despedida, mi padre arrancó el trailer. Advertí algo diferente, tanto en su mirada como en su modo de besarme. Me quedé pensativo mientras la imagen de ese gigante se desvanecía en mi retina. Por supuesto, ni mamá ni yo nos quedamos tranquilos. Nunca olvidaré la cantidad de oraciones que, rosario en mano, rezó a lo largo de la velada.
Llevaba pocos kilómetros recorridos cuando sucedió lo que más temíamos. Un infarto se lo llevó. Maldito dinero…
Hola, María José. Nos traes una historia que casi parece un recuerdo personal, debido a la verosimilitud con la que nos la muestras. Además, el título que le has puesto al relato me parece muy sugerente y sonoro. Suerte y un saludo.
Hola, Jesús, pues te aseguro que es una historia completamente inventada. Me alegra enormemente que te parezca tan real por la manera de narrarla, precisamente eso es lo que buscaba. Muchas gracias. Un abrazo!
Cuantos -mentes he metido en el comentario… Me acabo de dar cuenta! Perdona, Jesús. Te dolerá la vista, ja, ja, ja…
¡Hola, de nuevo, tocaya! Tremenda historia nos cuentas y que, me temo, no es un suceso extraño o inhabitual. Ese camionero, tan celoso del trabajo bien hecho, ese hijo que ve como un gigante admirable a su padre, la mujer que se resigna… Me ha encantado, María José. Enhorabuena.
Besos.
Hola, María José.
Un final dramático para un hombre justo. La frase de cierre es el lamento familiar ante la pérdida: «Maldito dinero»…
Es tremendo que todo gire alrededor del vil metal, pero en este mundo que vivimos así es, ¡lástima!.
Unos abrazos y suerte.
Muchas gracias, María José. Me alegra mucho que te haya gustado, amiga. Historias de gente corriente. Con el tuyo me he hartado de reír… Un beso!
Hola, Towanda, muchas gracias por comentarme. La verdad es que el dinero ( por desgracia) manda en nuestras vidas, hasta tal punto que llega a matarnos a veces. Cuando pasan estas cosas se cuestiona el excesivo papel de este vil metal, pero indudablemente se necesita. En definitiva, una lucha interna y externa. Abrazos para ti también, amiga.
El trabajo, esa base que nos sustenta, un derecho y un deber necesario para el sustento cuya calidad parece caer en desuso, debería ser un complemento de la vida, no una carga demasiado pesada. Durante todo el texto da la impresión, pese al título, de que será la tormenta o algo relacionado con la carretera o el viaje mismo la causa de algún desgraciado avatar, pero no, al final es el corazón de ese hombre entregado a su familia el que estalló al no poder asumir tanta presión, con unas condiciones que rozaban lo inhumano, en lo que se convirtió en su último viaje.
Un texto en el que se masca la tragedia, donde lo inevitable, aunque invisible, es otro personaje más, contado de forma convincente.
Un abrazo, María José. Suerte
Muchas gracias, Ángel. Tal como dices, un hombre entregado del que abusan los superiores. Ello le acarrea el dejar de existir. Al final, quise darle un giro y que fuera el infarto la causa. De ahí el título, el hijo no culpa a la tormenta sino al trabajo de su padre que ha podido con él. Un abrazo, Ángel. De nuevo, gracias.
Suerte, Ángel. Perdona.
María José, triste historia de una muerte anunciada no alejada de nuestra realidad. Bien ambientada. Suerte y saludos
Muchas gracias, Calamanda. Esta vez ha tocado así. Ya sabes, te pones a escribir y ni tú misma sabes lo que vas a plasmar en el papel, o en la pantalla. Un besito y suerte también para ti.
María José, un drama tu relato, y yo que me pensaba que los iba a dejar por otra, pero no sabía que era La Parca su amante ainss
Suerte.
Un dramón, sí, Lorenzo. Después de escribirlo pensé que podía haber salido una cosa algo más humorística… Ya no tiene arreglo, ja, ja… A lo hecho, pecho. Muchas gracias por pasarte a leerme. Suerte para ti. Un abrazo.
Hola, María José.
Texto el que nos presentas que gira en torno al trabajo, el dinero y las relaciones familiares. Texto en el que se masca la tragedia de un «gigante», según su hijo, entregado con celo a su labor y menos preciado por sus jefes. Eso va royendo por dentro y pasa lo que pasa: el corazón revienta en pedazos. Las tormentas si acaso son de algo culpables es de que nos refugiemos. Este hombre antepuso su seguridad personal a la que se pudiera avecinar climatológicamente hablando. El texto contiene una peripecia que rueda como debía hacerlo el tráiler: airosa. Las oraciones de la madre, como tantas veces, no pudieron evitar que el destino se cumpliera, en el último viaje de ese hombre cumplidor. El «Risas», que bien traído. Lo mismo que el camión como metáfora de la vida, que rueda, insisto. Y la tormenta que, en cierto modo, simboliza la tragedia, la muerte, aunque no sea culpable. Me gusta mucho tu propuesta y te felicito, con un beso cariñoso además. Y te deseo felices vacaciones veraniegas.
Hola, maría José.
Quise decir «Este hombre no antepuso su seguridad personal…»
Hola, Eduardo. Muchísimas gracias por tus palabras. Siempre que leo un comentario me da una gran alegría, pero si encima es tan completo como el tuyo o como el de Ángel ( por ejemplo), me siento verdaderamente afortunada. Y es que eso de que alguien se detenga un poquito con tu texto, te llena.
Se trata de la pequeña historia de una familia a la que le ha tocado sufrir una desgracia; no es algo nuevo pero he intentado que toque el corazón del que la lea. Yo también te deseo un buen verano, que recargues pilas. Y gracias, de nuevo. Un besito.
Hola, María José. Presentas un relato narrado con naturalidad que encierra la crónica de un suceso tremendo. El final es brutal (ay, ese poderoso caballero don Dinero…). Cuando el lector llega a ese final, el título resplandece como lo que es: todo un acierto.
Un abrazo y mucha suerte.
Muchas gracias por tu bello comentario, Nuria. Me alegra que el título te haya parecido adecuado; a veces no es fácil escogerlo, pues quieres que desvele algo de la trama, pero sin meter la pata. Para mí casi es más difícil que escribir. Escribir va fluyendo poco a poco, cuando estás inspirada. Te puedo decir que una vez me tiré dos días para poner un título y estaba ya hasta agobiada, je, je… Un abrazote y muchísima suerte para ti.
Un drama que golpea duro al camionero fiel a su trabajo y a su familia. La premonición sobrevuela la acción desde la primera escena. Y la causa, bien definida: el maldito dinero necesario para el sustento.
El viaje ya no se repetirá, María José, pero sí tus historias, tan potentes como esta. Un beso.
Muchas gracias, Carmen. Me dio mucha alegría cuando vi tu relato por aquí. No te conozco personalmente, pero me transmites muy buena vibra, je je. Intentaremos seguir contando historias que entretengan aunque sea un poco. Nos vemos…, navegando entre textos. Feliz veranillo. Un besito.
Triste historia, muy bien contada a la vez que se hace cercana. Al final la presión puede con el corazón del hombre.
Suerte y abrazo
Muchas gracias, Blanca. Viene a ser la «crónica de una muerte anunciada». El estrés maneja los hilos de nuestras vidas sin apenas darnos cuenta. Un besito, guapetona.
Terrible final y que por alguna razón, se presentía. El dinero, el maldito dinero se lleva lo más valioso que a veces poseemos, como en este caso, el amor de un padre o un esposo. Suerte.
Besicos muchos.
Hola, Nani. Muchas gracias por pasarte a leerme, guapa. El dinero lo mueve todo, por desgracia; pasa por encima de los seres humanos, de los principios morales, de lo que verdaderamente tiene que importar… Nos somete y nos esclaviza en cierto modo. Por eso pasan cosas como las que yo he narrado. Gracias de nuevo. Muchos besitos para ti. Y suerte.