Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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NO HAY TIEMPO QUE PERDER

Sonó el teléfono y Carlos lo cogió. Cuando colgó empezó un monólogo interior. “Otra vuelta de tuerca de la realidad en estos últimos años. Una baja, un aspirante más a la nada o, desde otro ángulo, un nombre a añadir al libro de los muertos, a la agenda del olvido. ¿Cuántos de nosotros van, cuántos quedamos? ¿Quién será el próximo?

Otro velatorio, otra despedida en la que redimiremos al infortunado elegido.

Toca escuchar las frases de siempre. No soporto la hipocresía que imponen los decesos. No todos ni todas las que se han muerto eran buenas personas. Y éste, en concreto, era un tirano y un maltratador psicológico. Y todos lo sabían.”

Carlos se dispuso a vestirse. Esta vez eligió intencionadamente el traje gris claro y la camisa morada sin corbata.

Cuando llegó al velatorio, después de saludar a los pocos que quedaban ya de la pandilla, buscó con la mirada a Manolita, en este caso la afortunada viuda. Estaba bellísima a sus 80 años. Se miraron intensamente y los dos sabían que la vida ahora les daba la oportunidad de disfrutar del amor que se profesaban y que anidaba latente a la espera de poder volar libre.

2 Responses

  1. Ángel Saiz Mora

    Un hecho, en principio, luctuoso, puede ser liberador y el comienzo de una nueva etapa largamente anhelada. Aunque esta nueva pareja, posiblemente, no lo reconozca en público, para que no les tachen de inhumana crueldad, ha sucedido lo que tanto tiempo han deseado, el obstáculo insalvable que impedía que las cosas estuviesen donde debían ya no existen. El mundo, al menos el suyo, es mejor hoy que ayer. Cuando se unan alguien habrá que les critique, sobre todo a ella, por no guardar el duelo que se supone es debido, pero bastante martirió sufrió y nadie quiso decir nada. Puede que sea verdad eso de que «nunca es tarde», pero más aún lo es, dada la brevedad de nuestra vida, ese «no hay tiempo que perder».
    Un abrazo y suerte, Gema

  2. Gema Herraez Peñas

    Gracias Angel. Qué razón llevas en tu análisis sociológico del relato. Pero yo he concebido a mis protagonistas sin miedo a disfrutar del tiempo que les quede ,libres de convencionalismos. ¡Ojalá fuera así también en la vida real.
    Un saludo

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