51. No mires a los ojos de las musas.
No había planeado enamorarme de ella. Sucedió sin más. De la misma manera que uno no planea que llueva en los funerales o que amanezca después de anochecer.
Solía llegar al alba. Se colocaba detrás de mí y me susurraba al oído mil historias. Esas que hicieron de mí un escritor de éxito. Debí conformarme con su voz de plastilina acariciando mi cuello. Pero rompí las normas y me giré. ¡Dios, qué hermosa era! Tenía el cabello azul y los ojos amarillo limón. Besarla fue como beber una primavera. Olía a madre, a puchero de domingo y a hierbabuena. Me volví loco. Dejé de escribir bajo sus dictados, para amarla según los míos. Y cuando me di cuenta de que llevaba meses sin escribir, le mentí. Le dije que no la amaba. Pensé que así recuperaría a mi musa. Menudo gilipollas.
No he vuelto a verla. Desde que se fue, la busco sin éxito en libros ajenos. Solo sé que no puedo olvidar su mirada ácida y dorada. De la misma manera que nadie puede hacer que salga el sol en este funeral que es mi vida ahora.
O que después de esta noche, llegue el alba una vez más.
Dile a tu personaje que busque a su musa en el redil en que las tienes a todas cautivas, so meiga explotadora.
Besazos.
Los escritores y sus musas mantienen una relación que debe atenerse a unos límites, enamorarse entra dentro de ellos y tiene un precio muy alto, sin posibilidad de vuelta atrás. La primera consecuencia es dejar de escribir, la segunda perderla para siempre, a ella y a la propia vida, que deja de tener sentido.
Un tema original contado bajo el prisma de lo cotidiano, como si fuera fácil cuando no lo es. Gracias a ti sabemos a qué atenerse ante esos seres caprichosos y esquivos, también, cómo huelen.
Un abrazo, Arantza. Suerte
Qué bonita historia, no sé si las musas tendrán el pelo azul y los ojos amarillo limón, pero es seguro que a las tuyas no les falta maestría.
Besos y aplausos.
Si esta musa no se llama Medusa, «me doy…», como decía Kiko en el Chavo del 8… y si hay una enseñanza en este micro tuyo, ARANTZA, es justamente la que sintetiza tan bien el título… así que tendré que conformarme con no mirar, y seguir sintiendo en mi cuello las caricias de mi «muso» y su voz de plastilina… 😉
Sencillamente me encantó.
Cariños,
Mariángeles
Gracias a todos. Y recordad, no les miréis directamente a los ojos 😉
Arantza, parece que no debemos mirar a nuestra muso a los ojos; si eso funciona lo probaré. Bien planteada la historia y forma de contarla. Suerte y saludos
Cada vez que te leo, me entra un grandísimo complejo de inferioridad.
Tú que me lees con buenos ojos 😉