115. Norman
Gritar descarnadamente ante el epitafio de la madre, arrebatada de forma prematura e injusta, lo que daría porque regresara. Expresar, meses después, idéntico deseo para el año recién estrenado, vacío el estúpido plato de uvas sobre las rodillas. Cerrar los ojos y guardar para sí ese mismo anhelo imposible al soplar las velas del decimosexto cumpleaños: volverla a ver sólo una vez más; poderla estrechar en un formidable abrazo que sintetizara cuánto la echa de menos, cuánto se arrepiente de sus desaires de incipiente hombrecito y del tiempo irremediablemente perdido. Cuánto lamenta no haberle dicho antes lo que la quiso. Lo que la quiere.
Arrepentirse, nada más abrir la puerta y percibir ese olor nauseabundo que impregna la casa. Arrepentirse, con la misma intensidad con que lo deseó, al entrar en la habitación y distinguir ese ruidito, como de papeles arrugados, de la maraña de gusanos hambrientos que se retuercen y porfían y entran y salen y se hunden en la forma probablemente humana que ahora vuelve a ocupar el sillón favorito, aquél donde solía encontrarla, al volver de clase, leyendo y oyendo música. Arrepentirse y parar, sin poder apartar la mirada, el tocadiscos que él nunca puso en marcha.
Joer, que bueno es usted, maese Vivancos, cuando es malo.
Gracias, Martínez. Para una vez que soy bueno y escribo una historia de amor. Aunque sea materno-filial. Aunque sea ultraterrena…
Los pelos de punta se me han puesto del miedito
Vamos, vamos, ¡a una chicarrona del norte no pueden asustarle unas frasecitas de nada!
Sublime este relato inspirado en el personaje de Psicosis. Más desasosegante, signifique lo que signifique este palabro- que la propia película.
Apuntado entre los favoritos de la convocatoria.
Muchísimas gracias por tus palabras, Rafa. Me llena de orgullo y satisfacción aparecer en tu quiniela.
Una primera parte muy humana y sensiblemente desgarradora; una segunda no menos desgarradora, pero en un sentido diferente, con ese inquietante tocadiscos que parece conectarse solo.
Un relato con el reto conseguido de haber sabido adentrarse en la cabeza compleja y enferma de Norman Bates.
Suerte y un saludo
Gracias por el comentario, Ángel. Disculpa que no me extienda en la respuesta pero tengo que parar el tocadiscos que se acaba de poner en marcha solo 😉
Un saludo y suerte para ti también.
David, como siempre un pedazo de relato. Profundo, psicológico detallado en fases. Un muy buen relato… y ese final , ese tocadiscos funcionando solo que yuyu…..
Gracias, Manuel. Como siempre tan generoso con mis textos. Te lo agradezco infinitamente. No reconozco la música que me llega del tocadiscos… ¿te suena? 😉
Lo has vuelto a hacer: el relato definitivo/infinitivo, jajajjja. Sublime.
Recurro a la vieja receta para que, ahora que eres (más) famosa, quede constancia de quién se inspiró en quién, jajaja. Gracias por la sublimidad.
Qué repelús hijo. Un gran relato de terror, terror.
Muchas gracias, gracias, Paloma. Espero que se te haya quitado ya el mal cuerpo… ¡buh!
Conmovedor relato, lleno fuerza y plagado de buenas imágenes que nos adentran en la historia.
Me encanta su tono.
Suerte David, un abrazo.
Gracias, amiga, por un comentario tan generoso.
Suerte a ti también y, por supuesto, otro abrazo.
Luego de tantos comentarios sólo me queda decir que me pareció genial tu relato. exacerba los sentidos.
Un abrazo y suerte.
Gracias por tan amable valoración. De todos modos, reconozcamos que la mitad de los comentarios son míos, cosa que relativiza su elevado número 😉
Otro abrazo y suerte para ti también.
Poco puedo añadir. Un relato trabajado, que se te va metiendo en la cabeza mientras se lee y que apunta alto. Mucha suerte 🙂
Vaya, Juan Antonio. Yo, más que el relato, lo que quería que se os metiera en la cabeza era ese ruidito, como de papeles arrugados. Pero tampoco está mal que haya sido la historia la que haya conseguido tal fin.
Suerte para ti también,
D.
Se ha de vigilar con lo que se desea, puede que se cumpla distinto a lo que imaginamos. Como cuando el chico quiere que vuelva la madre: la espera como cuando estaba viva, pero no como está en la tumba (con sus gusanitos). Ah, y a pesar de estar muerta, le sigue gustando oír música 🙂
Espeluznante historia David.
Un saludo.
Carme.
Gracias por tu comentario, Carme. La historia nació, precisamente, a partir del hecho que mencionas: quería contar el peligro que puede tener la literalidad del deseo cumplido. Lo del tocadiscos y lo del título vinieron después, quizás por el propio desarrollo del micro.
Un saludo,
D.
¡Enhorabuena!
Gracias, María José.
Enhorabuena, David! Un relato muy bien montado.
Gracias, maestro. ¡Y que viva su dueño!
¡Enhorabuena! Muy bien contado. Me gusta ese final inquietante.
Un abrazo