NOV101. LAS LETRAS CON SANGRE ENTRAN, de Rosa Iglesias Yañez
Entro en clase como cada día arrastrando mis cansados pies. Les miro uno a uno con ojos afligidos, a todos, sin esquivar sus retinas rebeldes e impasibles ante mi angustioso y desganado rostro.
Con el ceño fruncido cansado de su desvergüenza, dejo mi viejo maletín encima de la mesa y muy serio me siento sin decir nada.
Es el último día de otro largo año, me levanto con desgana y empiezo la clase.
Miro el reloj deseando que termine este calvario. – ¿Porqué no habré sido veterinario? Maldigo mi vocación y antes de que sea la hora les reparto las notas, que ni si quiera miran.
Suena el timbre y suspiro de alivio, pensando con horror en el próximo curso.
Recojo mi añoso maletín y mientras salen como bestias sin ni siquiera decir: ¡Por ahí te pudras!
Murmuro entre dientes:“Ni aunque rapeara inventándome las palabras, estos necios aprenderían algo”
Rosa, el aspecto negativo del profesor queda muy patente en tu cuento gracias a tu forma de contarlo; suerte y saludos
Gracias Calamanda, el profesor está harto de que nadie le escuche y la impotencia que siente ante sus alumnos le hace sentirse desmotivado.
Gracias por tu comentario.
Besos Rosa.
Hola Ana:
He querido transmitir todo lo contrario, debido a la apatía de los chicos rebeldes el profesor, duda de su vocación.
Gracias por tu comentario
Besos Rosa.
Si el profesor rapeara, sería mucho peor, y sé lo que digo.
Un buen relato.
Rosa, triste y frustrada vida, me ha gustado mucho. Saludos y suerte.
Relatas una situación que, por desgracia, cada vez se da más en las aulas.
Lástima que una profesión que requiere tanta vocación se vea abocada al fracaso por la desmotivación.
Muy buena crítica.
Un abrazo.
A veces, de la vocación no vive el hombre. Rosa, me ha gustado tu triste relato! No te desmotives!!! 😉
Un saludo!