NOV133. EL ANDALÉ DE TOMASSA, de Elena Casero
Sonó en un día de mis tres años un ruido seco y quebrado en la galería de los vecinos de abajo (mi casa). En ese instante comenzó mi infancia que había estado incubándose en un mundo de transición entre los angelitos del limbo de donde yo había venido y los sucesos inconscientes.
Aquella tarde, mientras yo merendaba pan con vino y azúcar, mi madre, con toda probabilidad, estaría pasando el andalé por la casa, dejando el suelo de ladrillos rojos reluciente como una patena. Más tarde supe que aquel ruido seco fue provocado por la súbita muerte de mi abuela Tomasa, que tuvo la ocurrencia de levantarse de la cama para ir al retrete en busca de un orinal. La muerte, ya de por sí irrespetuosa, le sobrevino en un momento tan poco afortunado, con una estrepitosa coincidencia de factores escatológicos.
Entre unos sucesos y otros — en los que podríamos incluir los alifafes de mi tía —, en mi casa se pasaba el andalé diseñado por mi abuela Tomasa todos los días, hiciera frío o calor. Y en el invierno se colgaban los abrigos y los sombreros que protegían nuestras ideas en el bengalero del recibidor.
Muy bueno, sobre todo por la palabreja «andalé» que me suena a casa mexicana pintada de rosa y a chiles picantes.
Gracias Carmen. Es una bonita palabra
Elena, otra época; otras costumbres y otras palabras, bien contado y con sabor a cuento; suerte y saludos
Muchas gracias Calamanda. Otras costumbres, tú lo has dicho
Elena, me gusta mucho tu relato que nos lleva a otra época donde costumbres y convivencia coexistían de manera muy diferente a la actual; padres, hijos, tias, abuelas, todos integrados en el mismo hogar.
Me ecncantó.
Te mando un saludo y te deseo mucha suerte.
María Elena
Gracias Maria Elena.
Esperemos tener algo de suerte
Un relato costumbrista de recuerdos familiares y léxico particular. Me gustó… Pan con vino y azúcar … mmmmm
Un saludo! 😉
Muchas meriendas de pan con vino y azúcar llevo en el estómago.
Gracias Miguel Ángel