NOV136. ANTORCHA RUPESTRE, de Ignacio Feito
Al prender la antorcha dentro de la cueva, la ondulación de las llamas desprende una fuerza turbulenta y sinuosa que mueve los cuerpos moldeados por los relieves de la roca y los hace bailar por las paredes y la bóveda siguiendo el compás de una caja mágica. Un esquemático y solitario individuo parece rodear una línea vertical sujetándose con el brazo bajo una nube de pequeños puntos, como si bailara bajo la lluvia.
En el centro, danzarines de negras siluetas giran como derviches alrededor de la bestia herida y se toman de las manos mientras desplazan sus pies a uno y otro lado en pasitos breves, como lo harían en cualquier local de la 42th.
Sobre la cavidad de la entrada, una mujer sapiens ha dejado en la pared las huellas de sus manos que ahora aparecen como su única sustancia, con las palmas vueltas hacia la luz cimbreante del fuego que las hace palpitar como si florearan soleares. Más allá, una espiral roja se enrolla en un lentísimo e infinito movimiento que atraviesa las edades.
Antes de salir, unos extraños signos horadados en la piedra, vestigios de una incipiente escritura, de un mensaje oculto y milenario…¿Cheek to cheek?
No lo he comprendido demasiado, o sí. Para mí es una danza, un baile flamenco en unas cuevas. Bailarines danzando, manos, cajones, y esa espiral roja de volantes que transporta por su belleza.
Da igual que sea eso o no, me gusta la música de tus palabras, la magia de la luz y la piedra y tu capacidad de escribir con vuelos, giros y líneas.
Saludos y suerte.
Gracias, Antonia, es un honor. Simplemente se trata de una visita a una cueva rupestre llevando una antorcha en la mano. Un saludo
Muy bonito, Ignacio. Cuando he llegado a lo del local de la 42th se me ha ido la cabeza a la alfombra roja de Hollywood. Si no era esa la intención desde luego a mi me sugiere un paralelismo. Veo mucha metáfora que se adapta a esto que digo.
Un abrazo.