NOV57. FIEBRE, de Luisa Hurtado González
Mientras trajino por la chabola, la vigilo. Alimento el fuego, compruebo que tengo agua caliente y barro en silencio sin apenas levantar el polvo del suelo. Todo mi ser está volcado en ella, en mi pequeña, en vigilar el movimiento de su pecho, en su fiebre. Mientras escucho como delira, recorro otra vez el espacio que forman las cuatro paredes que nos protegen del frío y por las que sigue colándose el aire del invierno. Temo por ella y por nosotros; temo por lo que sería de nosotros sin ella.
Se abre la puerta, es él, la cierra corriendo. Compruebo que ha adelgazado estos días, que está más viejo; pero me parece que su gesto está algo más relajado mientras rebusca entre sus ropas ansioso. Con cuidado y con una sonrisa, me muestra una pequeña botella llena de un líquido color ocre; sé lo que es, la medicina que venden los buhoneros de la ciudadela. No sé cómo lo ha logrado pero yo también sonrío, ahora sé que la niña se curará y, mientras hago que beba un poco, doy gracias a Dios y rezo.
Me ha gustado esta escena. Esperemos que el mejunje ese no sea un crecepelo. No, en serio, has creado un buen ambiente de pobreza y miseria.
Un abrazo.
«Alimentar el fuego» habla de amor. Aunque se cuele el frío por las rendijas de las paredes, el cariño de esa madre llena el relato, abraza al lector. Y el final optimista nos deja el mejor de los sabores: la vida.
Un beso, Vecina.
A.M.A.
No se si he logrado mantener el final abierto como quería, es decir, que al no saber qué contiene la botella pueda pasar que sea desde… un crecepelo o una medicina.
Insisto. No sé si lo he hecho como quería.
Gracias por los comentarios y las visitas, y besos!!!
Hola, Luisa, esta historia ofrece dos tipos de final para dos tipos diferentes de perspectivas. En mi caso, ciertamente, no creo que la «medicina» sirva para nada, otra estafa de parte de uno de esos milagreros, hacedores de estafas y vendedores de milagros. sin embargo contamos con el efecto placebo que puede convertir el agua teñida en el más potente antibiótico que la fe pueda crear.Un gusto verte por aquí. Y ya que te gustan los besos: ¡más besos!
Pues yo me he quedado muy tranquila: estoy segura de que la niña se curará, lo que no ponga de su parte la medicina lo va a poner la entrega de esa madre (¿esos padres?). Me ha gustado la ambientación, parecía que estaba viendo esa chabola mientras lo leía. Un abrazo.
Sí, pienso como Ana. Hay algo positivo que hace pensar en un final feliz. Describes bien la atención de los padres, que harán todo lo que esté en sus manos para salvarla.
Un beso Luisa
Lo que decís es un buen piropo porque… no soy madre
Luisa, no eres madre pero has tenido una madre que seguramente te cuidaba igual que la protagonista; vamos, que has vivido el cariño de unos padres atentos.
Me ha gustado mucho tu relato, has reflejado bien la entrega de los padres. Lo que contiene la botella es secundario.
Un abrazo.
Para gustos colores, dicen, por eso hoy que el día está gris, me inclino a pensar que el final no es de color de rosa. Sin embargo, me ha gustado mucho tu cuento, mucha suerte.
Luisa, me has transmitido la emoción de aquella escena, la agitación de la madre, el cariño para su hija y el amor a su marido. Me pareció muy apropiado el uso de la primera persona.
Un abrazo.
Una mezcla perfecta de ambientación, personajes, sentimientos. Emociones sin nombrarlas. Ambiente de miseria, de necesidad,de
dura supervivencia, y un final que deja un rayo de esperanza y el mensaje positivo del amor, por encima de las penalidades. Me gustó y me tocó.
Felicidades.
Es un relato que toca el corazón. Hay serenidad y esperanza. En la botella hay, seguramente, amor. La vida triunfará. Saludos.
Luisa, bonito y a la vez triste relato, que llega al corazón.
Un beso
Escomo una leyenda antigua. Me ha gustado mucho, que tengas mucha suerte.
Besos
Desprende ternura, llego ansiosa al final compartiendo la angustia de esos padres y me quedo preocupada con la medicina, espero que se cure, aunque no lo veo muy claro.
Tu relato engancha hasta el punto final, ¡Suerte!
Un abrazo
Luisa, cuanta ternura y esperanza nos deja tu relato, con un final esperanzador, hermoso.
Un abrazo y mucha suerte.
Triste y esperanzador relato. Me gusta ese intuir que la niña es el eslabón que ha unido vuelto a unir a la pareja. Por el léxico parece estar ambientado en la Edad Media, o próxima, donde no hay dinero para medicinas. Venga, suerte.
Para mi las palabras claves para un posible final están en «los buhoneros de la ciudadela», como bien apunta Ximens, muy listo él.