NOV87. LA LÍNEA ROJA, de Diego Sebastián Erice
Luego, como el fuego venía, huyó. Antes no pensaba moverse, la línea roja estaba aún lejana, apenas era una cinta anaranjada en el horizonte sin horizontes de la noche. Pero la línea se acercaba, tenaz, silenciosa al principio. Cuando empezó a oír el crepitar de las aliagas antes de convertirse en cenizas y los gritos de los caracoles chamuscados, huyó, ha quedado escrito. Huyó lentamente al principio, corriendo después sobre tojos, piedras y escarabajos, empujado por el calor y el sonido, cada vez más intensos, cada vez más próximos. Y además estaba el olor. Llegó al borde del acantilado, miró. Primero hacia atrás. Luego miró hacia abajo. Vio entre las espumas nocturnas unos peces que reían. Y se quedó quieto, nadie le había enseñado a nadar.
muy bien conseguido esta carrera para huir del fuego…
me gustaron en particular la referencia a esos seres que nos parecen silenciosos:
«los gritos de los caracoles… unos peces que reían…» hacen mas sensible esta soledad en la huida
Me gusta mucho