129. Nueva fábula de la lechera
La lechera consiguió llevar al pueblo el cántaro de leche. Había olvidado las veces que lo había intentado. Una y otra vez, había fantaseado con venderlo en el mercado y comprar el mundo entero con el dinero conseguido. Sin embargo, siempre sucedía algo. Ocurría un accidente, tropezaba, se le esturreaba la leche. Había perdido la cuenta de los cántaros que se le habían roto.
Por fin, había logrado llegar al pueblo. Ahora sólo se trataba de vender el cántaro de leche. Ni siquiera le preocupaba ya qué hacer con el dinero que le dieran. Sólo quería regresar a casa. Descansar.
La lechera se sentó en un banco y se armó de paciencia hasta que llegaran los compradores. Tuvo que esperar bastante antes de que apareciera el primer cliente. A la lechera le resultó curioso que llevara un bolígrafo en la mano derecha y un cartapacio en la izquierda.
–¿Qué es lo que vende usted? –le preguntó el extraño.
–Leche de vaca recién ordeñada. Muy barata –respondió la lechera.
El inspector de mercados municipales no la dejó seguir hablando. Le impuso una multa por vender alimentos sin permiso y le requisó el cántaro de leche.
La pobre y animosa campesina que se topa con la más cruel y normalizada realidad. Esperemos que esta contrariedad no le haga cejar en su empeño, aunque, por lo que vemos habitualmente, entre unos y otros no se lo ponen nada fácil al pequeño productor. Enhorabuena y suerte. Un saludo.
Plácid, coincido con el comentario de jesus. Buen giro al clasico. Suerte y saludos