82. Nuevos tiempos (Blanca Oteiza)
Rompo la fotografía en pedazos y me quedo mirando al vacío. Ese vacío que hiela el corazón incluso en días de verano. Tras un tiempo indeterminado me levanto con ojos acuosos y salgo al exterior. Las nubes anuncian tormenta enmarcando el paisaje árido, cuyo aire cálido abofetea mi rostro haciéndome tambalear por un instante. Camino hasta el cauce seco que una vez dio vida a esta tierra. Hoy tampoco lloverá, hace tiempo que este rincón parece olvidado de la geografía de los mapas. La silueta del olivo se muestra retorcida como vestigio del pasado. Y lloro. Regreso a casa y preparo la maleta con lo poco que me queda. Observo en el suelo los trozos de la fotografía, los recojo y los uno con cello. Ahí vuelves a estar en mitad del huerto. Abandono lo que fue nuestro hogar y antes de partir para siempre a la ciudad, echo una última mirada al olivo que se recorta en el horizonte y lanzo un beso de despedida a tu sepultura.
Ganarse la vida con la tierra siempre ha sido una tarea dura en sí misma, subordinada, además, a los caprichos de la climatología. Es posible aguantar en condiciones precarias durante un tiempo, por ver si las circunstancias mejoran, pero cuando se traspasan los límites de lo soportable no hay mas opción que labrar un futuro en otro lugar y abrirse a nuevos tiempos.
A veces del empeño no solo no se obtiene fruto, sino que, de forma injusta, el precio a pagar resulta demasiado alto. Un olivo solitario alimentado por un marido ausente y una fotografía rota quedarán siempre como testigos del más doloroso fracaso.
Un abrazo y buen verano, Blanca. Suerte
Muchas gracias Ángel, como siempre haces un bello resumen de mi historia.
Dedicarse al campo nunca fué fácil y más cuando la climatología te es adversa y te quedas sola. A veces es mejor comenzar de cero.
Un abrazo y feliz verano.