60. Obsolescencia personal
Desde que mi mujer me abandonó y opté por la inteligencia artificial de Rumba, un robot de limpieza, mi vida es un auténtico infierno. Se ha adueñado de la casa y, poco a poco, ha ocupado su lugar. Al principio, llevaba a cabo sus tareas de una manera eficaz y silenciosa. Mantenía el piso ordenado e impoluto mientras yo estaba trabajando, pero ahora, ha sufrido una gran transformación. Ha modificado tanto su comportamiento que me está volviendo loco.
Espera impaciente mi regreso junto a la puerta y gira sobre sí misma con las luces encendidas, demostrando lo mucho que se alegra de verme. Me acompaña allá donde voy para que no me sienta solo. Al pasar, roza mis pies con cariño y emite un leve ronroneo. Le encanta que veamos juntos la televisión y que le cuente cómo me ha ido el día. Aunque lo que más me agobia es saber que cada noche vigila mi sueño. Cuando intento desconectarla, me mira con tanta ternura que soy incapaz de hacerlo.
He de encontrar la manera de decirle que nuestra relación ha terminado sin ofenderla. Para recuperar el control necesito sustituirla por la autosuficiente Kunga, que, además de aspirar, friega.
No sé yo si va a ser una buena idea lo de sustituir un robot por otro más avanzado, o si tu protagonista se va a meter en un lío aún más grande que el que tiene ahora. En cualquier caso, un micro muy bueno, con esa descripción que empieza ligera pero que, al final, deja en el lector un poso de inquietud.
Suerte con ese nuevo robot, Pilar. Un besazo.
Tienes razón. Hay que tener cuidado con lo que uno desea…
Muchísimas gracias por tus palabras, Ana María. Besos.
Cuantas más funciones tenga más sofisticado será y más inteligente, y más agobiante y hsta peligrosa. Casi sería mejor volver a la escoba y a la fregona, que no presentan mayores problemas. También puede ser que el problema verdadero resida en la mente de tu protagonista, con una imaginación demasiado activa, aunque para imaginativa esta historia.
Un abrazo y suerte, Pilar.
Más le valdría ponerse él manos a la obra… jajaja
Mil gracias por tu comentario, Ángel. Besos.
¡Hola Pilar, qué alegría verte por aquí!
Coincido con Ana en que resulta inquietante como Rumba se va enquistando en su vida. Como siempre, un placer leerte.
Un abrazo y suerte!
Esa invasión de la intimidad que la humaniza, poco a poco, pone los pelos de punta.
Rosalía, muchísimas gracias por pasar y comentar. Besos.