OCT121. EL SECRETO DE PABLO, de Montserrat Acevedo Jiménez de Castro
Pablo era especial. Sabía sonreír y abrazar, pero no leer ni hablar. Aunque el mundo exterior le parecía frío y distante, su interior era rico en sentimientos y habilidades. Necesitaba ayuda para casi todo, y eso a él no le importaba, se sentía feliz a su manera. Su gran pasión, desde muy pequeño, eran las estrellas. Las tenía de variados materiales y tamaños, y de todas las formas y colores. Las guardaba en cajas decoradas, como no podía ser de otro modo, con dibujos de estrellas que compartían el espacio de su armario entre sus ropas y zapatos. Jugaba con ellas sin cansarse nunca, y se las mostraba con orgullo a todo el que pasase a su lado.
Un día, sin más explicación, aparecieron en sus manos tres nuevas estrellas. Nadie sabía a ciencia cierta de donde procedían; brillaban con una luz especial que iluminaban toda la habitación, y Pablo sentía verdadera locura por ellas.
Aquel mismo día los periódicos anunciaron que en el firmamento, más allá de los planetas conocidos, se habían descubierto tres nuevos agujeros negros, que se suponía eran estrellas apagadas.
Sólo Pablo sabía que esas tres estrellas seguían brillando…
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Montserrat, me ha gustado tu relato. Tienes mucha imaginación, ¿Quien sabe de lo que son capaces los niños autistas? Es una pena y una triste realidad que algunos no reciban la atención que merecen y sufran en silencio. Enhorabuena por tu relato y mucha suerte.
Saludos
El secreto de Pablo, es el secreto de muchísimo niños que no sienten ni abrazan de la misma forma. Puede que sea el conocer a uno solo de ellos para saber que existe un Universo paralelo donde la ciencia no rige con idénticas leyes.
Bello texto que me ha emocionado mucho.
Un beso y un abrazo para tí, Montse.
Montserrat, ¡qué maravilla! Que delicadamente expresado y con qué fuerza. Nos atraes hasta un personaje muy especial que disfruta, porque se lo merece, de un regalo del Universo, el Amor atrae lo que nos parece imposible.
¡Mucha suerte!
¡Saludos!
José Angel, Laura, María José.
Conocí a un niño con este problema, pero realmente feliz en su mundo. Su caso era severo y la integración pasaba por el respeto a sus parámetros. El aceptarlo tal cual es, con sus limitaciones y rarezas, fue algo fundamental para que sus padres y el entorno que lo rodeaba asimilara que su dicha habitaba en otra dimensión, distinta, pero real.
Estos niños tienen mucho que enseñarnos, y nosotros mucho que aprender de ellos.
Gracias por vuestros comentarios
Abrazos a todos.
Montserrat, precisamente hoy he estado en la entrega de premios de un concurso sobre la discapacidad anunciado en este blog. Este relato sintonizaba muy bien con el tema. Desde luego a mí me ha parecido de lo más imaginativo.
Un abrazo.