OCT123. LA NOCHE, de Juan José Benítez Goya
Como cada noche, me asomo a la ventana de la buhardilla buscando las tres estrellas.
Cuando el Sol va dejando su paso a la noche, el corazón me late a velocidades imposibles.
Abro la ventana, miro al cielo y ahí están. Deslumbrantes, tintineantes, poderosas, como si me hicieran un guiño recordándome que están ahí, cuidándome.
Mi corazón suspira en ser como ellas. Quisiera volar, quedarme en la noche, jugar con el resto de estrellas, navegar por la vía láctea, por todo el universo.
Desde arriba se debe ver el mundo de otra manera, quizás. Formar parte de alguna constelación, ya que aquí abajo es más difícil ser parte de algo importante.
Pero si algo me enseñan mis tres estrellas, es que en la Tierra puedo ser como ellas. Poder ser alguien importante.
Conforme va pasando la vida y sigo asomándome a la ventana de mi buhardilla, estoy convencido que sí, que soy una estrella que reluce exultante y soy miembro de la mayor constelación que se haya creado jamás: mi vida.
Todo ser vivo puede ser una estrella. Puede brillar y dar belleza al mundo que le rodea. Esto sería lo ideal.¡Qué nuestro brillo no lo apague el hombre!
El corazón de tu prota suspira en ser lo que ya es. Lo malo de este mundo es que «aparentar» tiene más letras que «ser».
Felicidades, Juan. Tu texto inspira.
Un abrazo brillante.
¡Muchas gracias Inés! Con gente como tú, da gusto seguir escribiendo con el alma…Y así será.
Ojalá, su brillo no apague el hombre, ojalá.
Saludos
Ojalá, saludos!
Buenos días, me ha encantado tu relato… Te vas superando a ti mismo…
Mucha suete…
Gracias Nico!
Juan José,estoy totalmente de acuerdo contigo todos los seres somos únicos y especiales, somos como estrellas brillando en el firmamento. Precioso relato con contenido espiritual como a mí me gusta. Te deseo mucha suerte, Sotirios.