OCT181. LA NEGRA SEÑORA, de Mateo Alonso Ferrera
Pámpero conocía bien aquella mujer que se le acercaba corriendo desde un extremo del puente, exhausta, con la cojera metálica y las negras facciones desencajadas bajo los negros ropajes. La había visto en los pasillos del Comarcal, cuando su esposa llegó a ponerse tan enferma; junto a los pozos, momentos antes de los derrumbes o donde los Pocielo, cuando todos menos ellos consiguieron dejar el fuego atrás. La mujer llegó a su altura y abrió la boca como para tomar aire, pero todo lo que hizo fue sacar por ella un humo negro que sonaba a montaña y tierra.
-¿Y el niño? –preguntó, mirando en derredor.
-Esta vez llega tarde, Señora –contestó Pámpero, esbozando una sonrisa mientras contemplaba cómo, muchos metros más abajo, dos hombres sacaban a la orilla el joven cuerpo de entre las revueltas aguas. El muchacho tosió agua, tosió aire y agradeció que en la escuela hoy les dejaran salir un poco antes.
Esto que cuentas tan bien tiene un algo de realidad. Creo que muchos hemos librado por los pelos sobre todo de jóvenes y en accidentes.
Un abrazo.