OCT185. OLIMPO, de Rubén Rojas Yedra
—Mira ese hombre, papá. Se está acercando, ¿verdad?
El hombre no supo qué responder. Examinó a su hijo de reojo: sentado con los pies colgando, la mirada tendida sobre el fabuloso terraplén. No dejaba de ser un niño normal que pasaría desapercibido ahí abajo, se dijo, si no fuera por esa mirada inmensa, de siglos, y una paciencia impropia. Desde aquella altura olímpica, observaban los puntitos con la misma humanidad que se siente ante un tullido o un ciego. Y sin embargo eran cuerpos enteros. Mortales.
—Pronto lo sabremos —resolvió.
En algunas páginas mitológicas se representa el umbral de los tiempos; limen de acceso al panteón, en la cima del monte, en el que ciertos dioses, de dos en dos, esperan para ayudar a subir solamente a los salvados.