OCT52. LUZ, de Silvia Asensio García
Embarcamos al amanecer en el portaviones con rumbo desconocido. A la llegada y ya en el campo de batalla el ruido de las sirenas era una orquesta desafinada amenizada de fondo por las chillonas ametralladoras y las explosivas granadas que parecía que cantaban a capela.
En la lejanía se veían los tanques deslizándose como si de lagartos gigantes se tratara. Detrás de la trinchera aguardábamos agazapados el momento más propicio para cruzar el campo enemigo como si fuera el “Rubicón”.
Miles de luces parpadeantes surcaban el cielo e iluminaban la noche otoñal más oscura y sangrienta. Sólo pude ver 3 estrellas: las del uniforme de mi capitán haciéndome un torniquete en mi maltrecha pierna.
Después mi vista fue perdiéndose en el vacio hasta que se diluyó del todo. Doscientos soldados perdieron la vida. Yo, tuve suerte, sólo perdí la pierna.
Felicitaciones, me ha encantado, logras muy bien el ambiente de tensión… Genial.