OCT58. CRÓNICA DE UN DÍA CUALQUIERA, de Joaquín Valls Arnau
Cada mañana me despido de ti con un beso en cada mejilla y un breve abrazo. Luego permanezco tras la reja y te observo mientras cruzas el patio, esperando a que vuelvas la cabeza y me dediques una sonrisa, como hacías al principio.
No imaginas cuánto me gustaría, por una vez, tornarme invisible, dejar mi cuerpo abandonado sobre la acera y acompañarte hasta la clase. Pasaría el día entero a tu lado y quizás obtendría por fin las respuestas que me niegas cuando te pregunto. Sabría así con quién juegas, si compartes tus cosas, si te dejan las suyas, si te aprecian. Te escucharía leer en voz alta y seguiría tu trazo en los primeros dictados. Comprobaría si estás atento o si, como sospecho, prefieres dejar que tu mente, traspasando las cristaleras, vuele hasta el jardín para hacer compañía a los pájaros; o acaso hasta el cielo, allí donde se encuentran tus estrellas preferidas, ésas que forman la constelación de Orión.
A las cinco recuperaría mi forma corpórea para estar de nuevo en la calle cuando salieses. Allí me encontrarías, puntual como todos los días, con mis manos aferrando los barrotes de la verja, buscando tu mirada.
¡Magnifico!
Qué bien lo has contado, cuanta ternura se puede ejercer, en un día cualquiera.
Suerte!!
Besicos
Gracias Cabopá. Vamos coincidiendo, ambos, en varios lugares distintos: y qué buenos relatos escribes.
Un abrazo.
El deseo de saber qué pasa al otro lado de la pared lo sentimos todos, deberían poner agujeritos para mirar. Muy bien narrado, Joaquín. Los hijos crecen y vuelan libres como tiene que ser.
Un abrazo.
Gracias Susana. Curiosidad e inquietud en grados variables, entremezclados.
Un abrazo.
Precioso tu relato Joaquín, lleno de amor y ternura, y esa natural preocupación que sentimos los padres cuando tenemos que dejar a nuestros niños, aún pequeños, tantas horas en el colegio. Creo que a todos nos hubiera gustado ser por un día invisibles y poder estar a su lado.
Un abrazo y mucha suerte,
Gracias Yashira. Nos gustaría a todos, sí, ser por un día invisibles; pero a su vez nos provocaría un cierto miedo, ¿no?
Un abrazo.
simplemente hermoso, me robaste una lagrima, me ha encantado… mis estrellas son para ti.
un besote.
Gracias Trysha, por esas estrellas simbólicas.
Un abrazo.
Joaquín, sencillamente sublime, la narración no solo fluye, acaricia el alma con cada una de sus palabras.
Enhorabuena,
Un abrazo.
Siempre tan amable, Esperanza, conmigo y con todos. Supongo que es un propósito común, ése de conmover a través de nuestras obras, aunque sean tan breves: a veces lo conseguimos, y sólo con algunas personas; otras, nos quedamos a medio camino.
Un abrazo.
Muy bonito. Tierno como es el amor de los padres a sus hijos. Creo que a todos nos gustaría volvernos invisibles alguna vez para saber cómo son nuestros hijos cuando no están a nuestro lado.
Mucha suerte con las estrellas.
Saludos, Blanca
Gracias Blanca. Cariño e inquietud a menudo van de la mano, ¿no lo crees así?
Un abrazo.
Hermoso relato, destella ternura y amor.
Un abrazo.
Gracias Sindel, me alegro de que te haya gustado.
Un abrazo.
Joaquin, que bien conduces a ese papá (o mamá?)durante el día cualquiera de su pequeño. Relato tierno, hermoso, de los que llegan. Ahora bien, y te pregunto porque sé que tú de esto controlas mucho: ¿dónde está el conflicto de la historia? ¿O sencillamente buscabas retratar un instante, una viñeta de un padre que sigue, invisible, los pasos de su hijo?
En cualquier caso, me ha gustado mucho, enhorabuena!
Un abrazo y suerte, a ver si coincidimos de nuevo en los relatos en cadena!!!
NACHO RUBIO
Hola Nacho, gracias por pasarte por aquí. Y más todavía por ir más allá de las felicitaciones de rigor, y formularme esa pregunta. La narradora (porque mientras lo escribía la pensé mujer, aunque ello no sea relevante) es una persona angustiada porque anticipa la pérdida, así al menos intenté crear ese personaje, no sé si con mayor o menor fortuna. Y me atrevería incluso a decir (aunque eso tan sólo ella misma lo sabe con certeza) que esa mujer apenas tiene vida propia.
Un abrazo.
Joaquin, has elaborado una tierna crónica en la que muchos nos reflejamos, de una parte y de la otra. En sencilla y natural, y por eso forma un conjunto muy agradecido.
¡Mucha suerte para el concurso!
Abrazos.
Gracias Nicolás, por pasarte por aquí. Me hace gracia, eso que comentas: «de una parte y de la otra».
Un abrazo.
Joaquin, cuantas veces lo he pensado, cuantas…Lo has contado perfecto y precioso. suerte.
Gracias Calamanda. Es curioso, que parece que bastantes padres o madres han pensado en ello alguna vez… pero en cambio raramente lo expresan en voz alta.
Un abrazo.
Joaquín, precioso y tierno. Muy bien narrado.He llorado un poquito porque me has dado un paseo por la grandeza de las pequeñas cosas. Mucha suerte y un abrazo.
Gracias Mª Carmen. Estoy muy de acuerdo, en eso de la grandeza de las pequeñas cosas… o en la importancia de los detalles aparentemente insignificantes.
Un abrazo.
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Precioso, has puesto en pocas palabras un trozo enorme de ternura que paladeo cada día.
Un abrazo
Gracias Virgi, me alegro de que en alguna medida, te hayas podido sentir identificada.
Un abrazo.
Precioso anhelo Joaquin. Me alegra encontrarte por aquí.
Estupendo micro de lo que querríamos, sin trampa ni cartón, sobrevolando raso el mundo de los sentimientos.
Un abrazo.
Gracias Fernando, yo también me alegro de reencontrarte. Un pequeño mundo (aunque cada vez menos pequeño) éste de los aficionados a los micros.
Un abrazo.
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Gracias Ana. Esas manos aferradas a los barrotes de la verja están ahí, es cierto, para orientar en el sentido menos evidente que tiene el relato.
Un abrazo.
Cuánta ternura, Joaquín, en ese/e padre/madre. Y qué bien plasmada en a lo largo del micro. Pero algo me dice que ese niño no es feliz, que algo le pasa. Aunque también podría ser que el hijo, inicia su independencia personal, cosa que los padres, en muchas ocasiones, no llevan nada bien y se empeñan en que el niño continúe teniendo tres años de por vida, y que los siga necesitando para todo siempre. Ay, papis, que miedo da el paso del tiempo…
Un abrazo, Joaquín.
Gracias Miguelángel. Desde mi privilegiada posición, creo que estoy contigo: algo no marcha bien en la vida de ese niño, o en la de ese madre/padre, o en la de ambos. Me parece que hay ahí una tensión latente… cuyo desenlace quizás no llegaremos a conocer nunca.
Aprovecho para felicitarte, una vez más, por esta buenísima racha que estás viviendo… y que no es fruto de la suerte, sino del talento y el trabajo bien hecho de manera sostenida. No será pues flor de un día, o de un mes; o si no, al tiempo.
Un abrazo.
Evidentemente hay una separación más que física entre esas personas.
El no necesita la aprobación del adulto ni deja que entre en su vida. Sin embargo, el mayor sabe de su deseos, de su interior, de lo que realmente le importa.
De todas formas, aún se deja abrazar y besar. No están rotas todos los eslabones, pero tampoco deben ser cadenas que impiden la libertad. Los dos deben crecer.
Buen escrito, con ritmo, con mensaje, triste y tierno a la vez, y con un poso nostálgico.
Felicidades.
Un abrazo.
Gracias Antonia. Qué análisis, el tuyo, tan minucioso, tan lleno de matices. Con muchos micros sucede eso, que están abiertos a diversos niveles de lectura, de ahí gran parte de su atractivo… tanto para quien los lee como para quien los escribe.
Me alegra reencontrarte, aunque esta vez no pueda ser en persona.
Un abrazo.
Se me ha ocurrido pensar al leer tu relato que es un hijo único y un progenitor (no he sabido si hombre o mujer) también solo, sin el otro. Me ha gustado mucho como trasmites la necesidad de conocer al hijo que no conoce, ese que «vive» en el colegio lejos de él/ella. Te felicito Joaquín.
Saludos
Gracias Paloma. Bien podría ser como lo has pensado: la ventaja que a menudo tienen los micros sobre las novelas, es que pueden prestarse a diversas lecturas.
Un abrazo.
¡Qué relato más bien contado, qué bien escrito! A mí se ha hecho un nudo en la gargante. Todos querríamos proteger siempre a nuestros hijos, estar siempre a su lado, nunca perderlos de vista… Sin embargo, hemos de dejarlos volar libres. Magnífico texto, tierno, que nos acaricia como si de un arpa se tratara nuestra vena más sensible. Un abrazo.
Gracias Mar. Es tal como lo dices, la eterna pugna entre lo que sabes que deberías hacer y lo que haces (ambas cosas sólo a veces coinciden, y a menudo ni siquiera lo hacen de forma simultánea).
Un abrazo.
Tan bueno como siempre, mi amigo Joaquín.
M Carmen Guzmán
Muchas gracias M. Carmen. Me alegro de reencontrarte.
Un abrazo.
Hola Joaquín, qué verdad más grande cuentas. ¡Cuántas veces he pensado eso mismo!, sobre todo en los primeros años escolares, cuando una verja o un cristal daban paso a una madurez fuera del entorno familiar, cuando se intuían algunos problemas que no tenían respuesta…
Tu narración es fresca y ágil, una maravillosa forma de contar un día cualquiera sin que nos pesen ninguna de tus palabras, si acaso … la infelicidad del niño y de su progetnitor.
Besos desde mis palabras y un abrazo fuerte.
Gracias Laura. Recuerdo que este relato no nació de una experiencia personal directa, sino de un diálogo con otra persona. Por un instante pensé que podía llegar a sentir de ese modo en la relación con su hijo, que se iba haciendo mayor, y me dije: intentarás escribir sobre ello: y salió esto.
Un abrazo.