19. OINK
Iba por su tercera eternidad y Zeus estaba más raro que nunca.
• Tú estás tonto, le espetó Afrodita viendo su cara alelada.
Zeus continuó observando diversos infinitos.
• Soy feliz, contestó al cabo de unos milenios.
• Ja, tú estás enamorado, sentenció Ares que disfrutaba de la escena.
Zeus, que siempre había hecho gala de enorme prepotencia y frialdad ante los asuntos del corazón, se sonrojó.
• ¿Se puede saber de quién, chico travieso? se chanceó Adonis.
Harto de bromas, el orgulloso príncipe de los cielos decidió que era hora de visitar a su ilusión, su tesoro, a su más bello secreto que le proporcionaba esa deliciosa locura que jamás había sentido.
En un rincón de una de las miles de millones de galaxias de uno de los miles de millones de universos, en un escondido y diminuto planeta, el rosado ser gruñó observando las extrañas nubes que se abrían dejando paso a una luz cegadora. El cerdo, extasiado, se sintió poseer y gozó del mayor de los divinos placeres mientras se retorcía ruidoso y jubiloso en el barro de la charca.
Joer, qué forma de despistar. Jajajaja. Del cerdo, hasta los andares. La felicidad lo mismo está en un amanecer, que en el olor del bosque, que en un bocadillo de panceta. Me encanta la felicidad de Zeus, tan mundana, tan poco divina, tan proteínica. Delicioso micro. Suerte y abrazos, Pablo.