112. OJOS DE BUEY DESDE EL ASFALTO
Noche calurosa que ofrece una invitación al poco aire que sopla, para que entre por las ventanas. Están todas abiertas. Desde la calle me sorprende ver el movimiento de los peces en sus peceras. Un padre revolotea con su niño en brazos, bailan con las algas de la salita. Un hombre circunspecto, sobrio y acalorado se zambulle en la pantalla de su ordenador, no se sabe por donde bucea. Dos amigos se asoman a la cubierta de su terraza y la calle testifica su charla. En otra ventana una mujer parece buscar las llaves que están en el fondo del mar, matarile rile ron. Una televisión protagoniza una escena de salón, con una pareja anciana, que se asemeja a un arrecife de coral, están hipnotizados por las medusas. Un tiburón se asoma por otro de los ojos de buey del edificio, lleva sólo un bañador, humea, mientras observa a los pececillos de la calle, a los que le gustaría devorar. De una ventana semiabierta salen burbujas de sonido, el glub glub de un pez de roca o sea un pez rockero. Aparto mi mirada del edificio y sigo mi paseo por este acuario de ciudad.